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VISTO / OÍDO
Columna
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Gallardón para alcalde

Así que el hombre que podía ser el mejor presidente del Gobierno tras el glorioso ascenso de Aznar al cielo baja de categoría y se presenta para alcalde de Madrid. Esto funciona así. El pretexto es bueno: es seguro que ganará las elecciones municipales, aunque perderá la presidencia de la Comunidad. Las dos chicas que hay presentidas para esa Comunidad no valen. Los socialistas: no sé a quién presentarán, o si optarán por el dilema de nuestro tiempo: una mujer o alguien que tenga buen público. Sea Leguina, pese a lo antipático que es: Madrid tiene tradición de alcaldes simpáticos, aunque los hubo siniestros y asesinos. Gallardón ha sabido cultivar un ligero aroma de izquierdas, ha hecho obras populares y ha mostrado que la cultura no es incompatible con un cargo.

Él mismo sabe que no es de izquierdas, que sus genes conservadores son más fuertes que su cultura, pero aun así es sospechoso. ¡Una derecha inteligente! Parece mentira que en tiempos las gentes de izquierdas tuvieran la aspiración de que en España hubiera una derecha inteligente, sabiendo que la contradicción en los términos lo hace inviable. (El Partido Socialista es una derecha inteligente, pero no lo sabe).

La derecha es como Álvarez del Manzano. Y los pies sobre la mesa de Aznar. Aun Rato, estrella de una derecha ancestral y franquista, parece demasiado abierto, aunque se recuerden sus tiempos de gladiador de la oposición. Y a su padre.

Volvamos a la alcaldía: no es mala noticia. Lo más importante es la defenestración de José María Álvarez del Manzano, que a pesar de tantos años en el cargo no ha podido demostrar su capacidad, ni siquiera municipal. Y que la sedicente izquierda (no confundir con sediciente o sediciosa), si un príncipe la besa en su largo sueño del bosque encantado, pueda ganar la Comunidad de Madrid, aunque sea tan de derechas. Ah, qué grato ensueño para un madrileño: un alcalde de la izquierda fingida, un presidente de la sedicente, y finalmente una catástrofe gubernamental por la salida de José María Aznar, al que aún queda bastante tiempo para seguir equivocándose en el papel de absolutista (silencio, que no se lo diga nadie: mejor que él siga creyendo que es un demócrata temperamental), y un posible Mayor Oreja en su candidatura, para que pierda. (Rato les parece blando, y va a negociar con los sindicatos; sin embargo, sería el más posible del PP). Un Madrid sin zanjas, sin monumentitos ridículos; una España sin ningún tipo de decretos-ley. (¿Quién ha dicho que soy pesimista? Nada puede ser tan fácil).

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