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Crítica:LA GLOBALIZACIÓN Y SUS CRÍTICOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El capitalismo del espíritu

José Luis Pardo

Cuando Max Weber escribió La ética protestante y el espíritu del capitalismo, casi nadie pensaba que el capitalismo tuviese algo que ver con el 'espíritu'. Antes bien, la crítica reaccionaria no dejaba de lamentarse del modo en que el 'materialismo' de las sociedades industriales pisoteaba los valores espirituales (como aún hace de vez en cuando El Vaticano), y la crítica revolucionaria, habiendo reducido el espíritu a la degradada condición de falsa conciencia, lo consideraba a lo sumo como una colección de infames patrañas. En aquella obra, cuya estela está lejos de haberse agotado, Max Weber hizo comprender a unos y a otros que ni los valores espirituales estaban siempre en la oposición al capitalismo (a veces, al contrario, constituían una formidable alianza estratégica con él) ni las justificaciones ideológicas se reducían a una mera excrecencia ideada para engañar a los explotados y lavar la conciencia de los explotadores. Si el capitalismo fuera únicamente esa fría maquinaria de extraer plusvalía sin más principio ni fin que ella misma, como el vampiro que succiona la sangre a los aldeanos para prolongar su inmortalidad, los aldeanos habrían quemado ya hace mucho tiempo el castillo del empalador y le habrían clavado una estaca en el corazón durante algún fatídico amanecer. Pero el caso es que, así como Drácula sólo puede aparecerse por la noche, el capitalismo solamente puede realizar su insaciable voracidad estableciéndose en órdenes sociales e históricos concretos, y necesita de la complicidad de los hombres de carne y hueso para existir y perpetuarse; y estos hombres de carne y hueso, a diferencia de la fría máquina contable de acumular abstractos beneficios, no pueden actuar sin dar a sus acciones un sentido y sin buscar justificaciones a su conducta. El 'espíritu' del capitalismo es, tal y como sugieren Luc Boltanski y Ève Chiapello, el conjunto de esas justificaciones con las cuales las gentes se explican, mejor o peor, su adhesión al 'sistema' de vida en el cual -quiéranlo o no, sépanlo o no y les guste o no- se encuentran inmersas.

EL NUEVO ESPÍRITU DEL CAPITALISMO

Luc Boltanski y Ève Chiapello Edición de C. Prieto Traducción de M. Pérez, A. Riesco y R. Sánchez Akal. Madrid, 2002 712 páginas. 42 euros

Obligado de este modo a for-

jarse un 'espíritu' mediante el cual hacerse aceptable para quienes lo encarnan, el capitalismo no tiene otro remedio que abrir, por ese procedimiento, un flanco a la crítica. Los autores de El nuevo espíritu del capitalismo agrupan estas críticas en dos grandes clases: la crítica social (que reprocha al capitalismo la desigualdad y la miseria que produce, y que por tanto habla en nombre de la justicia) y la crítica artista (que, defendiendo en cierto modo los derechos de la belleza, rechaza el capitalismo por su restricción de la libertad y por su opresión de la autonomía personal): Marx y Baudelaire.

Si la crítica social, que durante décadas ejerció prácticamente en solitario el papel de crítica real (mientras que la 'crítica artista' no era más que una actitud estética minoritaria y elitista, siempre bajo la sospecha de nostalgia del antiguo régimen), parece haber alcanzado su obsolescencia -como lo prueba la pérdida de electorado de los partidos comunistas-, ello se debe sin duda, en parte, a su (relativo) éxito, es decir, a su integración paulatina en el 'sistema' mediante la construcción del llamado Estado de bienestar. El punto álgido de este 'éxito' -que en el tiempo coincide aproximadamente con el cénit del capitalismo macroempresarial o 'fordista'- supuso, pues, el 'relevo' para la crítica artista que, en 1968, pasó de ser un discurso de minorías a convertirse en un fenómeno de masas que denunciaba el aburguesamiento del 'sujeto revolucionario' y la escandalosa homogeneización de una sociedad hiperprotegida, administrada y aletargada en su 'bienestar' confortable y previsible. Los últimos treinta años han registrado el amargo 'éxito' de esta crítica, que la izquierda no comunista -en el momento mismo en el que se hundían los regímenes 'soviéticos' y se organizaba el 'nuevo (y único) orden mundial'- convirtió en su ideología de recambio ante la presunta 'muerte del marxismo' y que, convenientemente recuperado por las 'teorías' de la gestión empresarial surgidas en la década de los noventa (y que rápidamente han contaminado las técnicas de gestión estatal), así como por toda clase de 'identidades minoritarias', se ha convertido en el nuevo espíritu del capitalismo (su nueva justificación): la bandera de la autonomía, la libertad y la creatividad han servido para desprestigiar todas las conquistas de la protección social de los trabajadores (empezando por las organizaciones sindicales) y para debilitar y desinstitucionalizar todo lo que podía servir como foco de resistencia a la sed insaciable del viejo vampiro inmortal.

A estas alturas, el filo 'sub

versivo' de la crítica artista está completamente despotenciado, pero la crítica social (que permanece anclada en modelos de intervención decimonónicos, se ha diluido en acciones de carácter 'humanitario' o se ha encastrado en actitudes de hostilidad incapaces de arbitrar alternativas) no presenta indicios de estar en condiciones de tomar el relevo. Aunque Boltanski y Chiapello no sean el Max Weber del siglo XXI, no solamente profundizan en las razones por las cuales ese 'espíritu del capitalismo' es hoy tan fuerte (y la crítica tan débil) o, lo que es lo mismo, diagnostican la enfermedad por la cual la sociedad se ha degradado en las últimas décadas en la misma medida en que ha progresado el capitalismo, sino que ofrecen a la ostensible desorientación del discurso de la izquierda algunas ideas -eso sí, enormemente impopulares, como hoy se dice- para la rearticulación de los discursos críticos.

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