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Crónica:PERSONAJES
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ballesteros, eterno

Pese a que el Reino Unido e Irlanda ganaron el Seve Trophy a Europa continental, el golfista cántabro volvió a batir a Montgomerie

Carlos Arribas

El golf es el deporte de la perseverancia. Y del genio, podría añadirse. El deporte de Severiano Ballesteros.

Hace diez días tan sólo, pocos segundos después de que el golfista cántabro fallara, un año más, el corte en el Masters de Augusta, ante su aire de decepción por el hecho, un periodista ingenuo le preguntó: ¿Pero de verdad pensaba que podría pasarlo? Ballesteros, que no ha perdido nada de su legendaria dureza de mirada, nada de su carácter sanguíneo, de su exaltación, miró fijamente al tipo que había tirado de estadísticas para ubicar a Ballesteros, el mago, en su escenario mítico, en Augusta, le volvió a mirar y le espetó: '¿Pero cómo te atreves a preguntarme eso? Pues claro que pensaba pasar el corte. Soy Ballesteros'.

Ballesteros, ese Ballesteros, seguía en Augusta el día siguiente, el domingo final. Se sentía encerrado, estaba impaciente. 'Tengo que irme a Dublín, tengo el Seve Trophy', decía; 'tengo, sobre todo, una cita con Colin Montgomerie'.

Llegó Ballesteros a Wiclow, cerca de Dublín, al campo de Druids Glen, y el viernes se puso en marcha el Seve Trophy, un desafío de la Europa continental, el territorio que recibió el golf de segunda mano, a la Europa insular, al Reino Unido e Irlanda, a los inventores del golf. Hace dos años, en la primera edición del torneo, creado por su propia empresa a mayor gloria propia, en honor del jugador europeo que primero (1980) ganó en Augusta, al jugador continental que logró que la Copa Ryder se ampliara y que Estados Unidos aprendiera a perder..., el equipo continental, contra toda esperanza, ganó. Y Ballesteros, ya hundido en la profunda crisis de la que no logra salir, ayudó a la victoria derrotando a Montgomerie, al escocés imbatible.

El desafío que terminó ayer lo ganaron, como era lógico, las islas (14,5-11,5) a un continente debilitado por las ausencias del alemán Langer, el sueco Parnevik y Sergio García. Pero lo importante no era eso. Lo importante, como podía verse contando la cantidad de público que seguía los diferentes partidos del domingo, era lo que hacía Ballesteros en su partido, en el duelo, con Montgomerie.

La expectación era enorme porque los partidos del fin de semana habían ido recreando el aura mágico del cántabro. La Europa continental comenzó la última jornada sin posibilidades (10-6 en contra), pero la prensa del día apenas se detenía en eso. Casi todas las piezas estaban dedicadas a Ballesteros y, de paso, a José María Olazábal. La pareja española, la de más éxito en la historia de la Copa Ryder -de 15 partidos jugados, ha ganado 11 y perdido sólo dos-, había derrotado a la irlandesa, a Harrington-McGinley, imbatidos hasta entonces. Pero no fue sólo el resultado. Fue la forma lo que alegró las imaginaciones. Fue un putt de ocho metros en el hoyo 13, que le permitió igualar en él tras haber tenido que dropar (cambiar la pelota de sitio) con penalización, pero fue, también y por encima de todo, el chip (la bola se eleva, bota y luego rueda) del 17.

Puede que Ballesteros sea errático, que no coja una calle con el driver, que con los hierros largos no aterrice en ningún green... Puede que su espalda, dolorida, no le permita un swing seguro. Pero Ballesteros sigue siendo Ballesteros. Cuando hay que ganar, se gana. Y con un wedge y desde un búnker sigue siendo temible. Embocó así en el 17. El continente ganó el punto y Olazábal sólo pudo hacer una cosa: ponerse de rodillas sobre el húmedo y frío green y adorar al Ballesteros eterno.

'Seve hizo sencillamente lo que tantas veces hizo en el pasado', dijo el vasco; 'así que no me quedó más remedio que arrodillarme y aplaudir. Ése es Seve'. Y añadió un Ballesteros feliz: 'Hoy habríamos ganado a cualquiera, hasta a Woods. Creo que ha sido el mejor partido que hemos jugado juntos. Fue increíble'.

Al lado de eso, así, lo de ayer fue sencillo. Ballesteros fue Ballesteros, cogió sólo una calle, terminó en 78 golpes (seis sobre el par del campo), pero ganó a Montgomerie. De eso se trataba.

Severiano Ballesteros sigue la bola tras dar un <b></b><i>chip.</i>
Severiano Ballesteros sigue la bola tras dar un chip.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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