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Reportaje:

Mujeres entre toneladas

La presencia femenina en minas como la de Sant Joan de Moró rompe el estereotipo de algunos trabajos

María Fabra

Blanca, Ana, Mari Paz, Rosa y Beatriz explican su trabajo en la mina mientras una camarera les pregunta si todas tomarán el café con sacarina. Ellas se sonríen porque, precisamente, saben que son, en gran medida, rompedoras de estereotipos. No aciertan a explicar el porqué de la elección de sus trabajos, más allá del 'me gusta' y no consideran anormal que una mujer disfrute conduciendo un dumper que pesa 120 toneladas o una pala excavadora que carga arcilla en los trenes. Saben que las miran e incluso que algunos compañeros, en otras canteras, no se creen la verdad. En cualquier caso no pretenden reivindicar igualdad ni hacer apología del feminismo. Simplemente, hacen lo que quieren y no van a dejar de hacerlo por ser mujeres.

No consideran anormal que una mujer disfrute conduciendo un 'dumper'
Alguna vez, algún conductor se negaba a que fuera ella quien le llenase el vehículo

Trabajan en la mina de arcilla roja que la empresa WBB explota en la localidad castellonense de Sant Joan de Moró. En algunos casos han buscado trabajo en otros lugares, donde aseguran que fueron rechazadas por su sexo. Entienden que no es normal pero piensan que únicamente llama la atención porque es 'inusual'.

Ana, Mari Paz, Rosa, Beatriz y Blanca ocupan distintos puestos dentro de su empresa y, entre todas, cubren prácticamente todos los escalones: desde la conducción de las máquinas para la extracción de arcilla hasta la realización de auditorías internas. Éste es el puesto que ocupa la más joven de ellas, Beatriz, de 25 años, que hace siete meses llegó de Madrid, procedente de una auditora nacional donde había trabajado durante tres años. El 'choque' se produjo no sólo por el cambio de los bancos a la minería, ya que 'un balance es un balance', tal como dice, sino por el paso de la Torre Picasso a una pequeña calle de la capital de La Plana. En cualquier caso, se considera absolutamente adaptada y trabajando con gente entre la que se siente a gusto. Al principio, por su sexo y su juventud, percibió cierto proteccionismo que actualmente se ha disipado.

Rosa trabaja en el laboratorio y no necesita que nadie salga a los tajos a recoger muestras para ella. Tampoco le hace falta que le carguen las bolsas con arcilla que pesan, según dice, lo mismo que la bolsa de la compra. Sus compañeros la miran con respeto, aunque admite que, al principio, veían con cierto recelo que saliera a la montaña o intentara alcanzar una muestra en una zona elevada.

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Mari Paz está en un taller que la empresa tiene en la provincia de Teruel y en el que también se pesan los camiones, repostan, cambian el aceite y, además, controla las salidas, entradas y las horas de trabajo de cada conductor. Asegura que el mono es lo más cómodo del mundo. Y apunta que, al principio, le daba 'más apuro' a ella 'que a ellos'. Sin embargo, ahora la relación está normalizada e insiste en su fortuna por haberse podido quedar a trabajar en su pueblo, con su familia.

Ana lleva seis años trabajando con máquinas de grandes dimensiones. Ahora lleva una pala con la que carga la arcilla sobre los trenes de mercancías y ha de calibrar que el peso sea exacto. Ana recuerda cómo alguna vez, cuando cargaba en camiones, algún conductor se negaba a que fuera ella quien le llenase el vehículo. Pero su 'venganza' no se hacía esperar y, luego, era ella la que se hacía de rogar con esos mismos camioneros. Al contrario que Mari Paz, no soporta el mono porque, según dice, le resta agilidad en los movimientos. Cree que, en los pueblos, el trabajo femenino se ve como algo más habitual que en las capitales. Por lo menos, en lo que ella conoce.

Blanca sí tiene un problema. Trabaja conduciendo un dumper, un camión sobre el que se cargan aproximadamente 160 toneladas. Su trabajo consiste en trasladar la carga, desde las retroexcavadoras hasta cualquier otro lugar de la mina. 'Al principio, pensé que la máquina era muy grande, pero ahora me siento cómoda', afirma. Blanca destaca que no existe ninguna diferencia entre su sueldo y el de sus compañeros, entre los que ha encontrado 'buen ambiente'. Sin embargo el problema llega con las necesidades fisiológicas. El mono, el casco, el chaleco y el baño más cercano al otro lado de la mina. En cualquier caso, un obstáculo 'enano' para semejante mujer.

Hay algo en lo que todas coinciden. Sus compañeros tratan de suavizar su vocabulario, sobre todo, por la emisora que los mantiene conectados. Al principio, según dicen, se notaba más. Ahora, ya se les 'escapa' de todo. Es algo que hasta los hombres admiten: 'No hay ninguna diferencia entre un trabajador hombre y una mujer'.

Ana y Blanca ante los dos <i>dumpers</i> que conducen en la mina de arcilla de Sant Joan de Moró.
Ana y Blanca ante los dos dumpers que conducen en la mina de arcilla de Sant Joan de Moró.ÀNGEL SÁNCHEZ

Pocas en el sector minero

El porcentaje habitual de mujeres en el sector minero valenciano sólo alcanza el 4%. En el caso de la cantera de Sant Joan de Moró, este índice aumenta hasta cerca del 14%. Sus trabajadoras piensan que algo puede tener que ver el capital extranjero de una empresa como WBB, aunque algunas de ellas se dedicaban a este trabajo antes de que la multinacional se hiciera con los cerca de 1.000 metros cuadrados para la explotación de estas tierras arcillosas. En la Comunidad Valenciana se extraen unos diez millones de toneladas de arcilla anualmente, de los que esta empresa comercializa cuatro. Su cliente principal es el sector cerámico, que, diariamente, se abastece con unos 400 camiones de tierra roja. La minería supone, en la Comunidad Valenciana, alrededor de 400 puestos de trabajo directos, unos 800 indirectos y también un millar y medio de empleos inducidos. La restauración paisajística de las escombreras es una de las labores en las que, al menos en el caso de WBB, más empeño se pone, además del tema de la seguridad. En el caso de Sant Joan de Moró, la empresa revegeta las montañas que traslada. Sobre el escombro, que se produce en la misma medida que la extracción de arcilla, echan tierra vegetal y aplican la técnica de la hidrosiembra, que permite ver los primeros brotes en pocas semanas. El programa concluye con la reforestación, para tratar de devolver al paisaje su aspecto original, aunque con la montaña trasladada.

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