A Rianxeira, un himno compartido
En la apoteosis del fútbol gallego, A Rianxeira se hizo con un lugar inesperado. Un fenómeno social de identificación tan insólito que distintos grupos de folk y rock aprovecharon audio e imágenes de Balaídos para sus propias versiones. En uno de los últimos enfrentamientos de los eternos rivales, los del Celta la cantaban en gallego, su forma original; los del Deportivo, en castellano, la versión que The Chieftains recogió de otra tradición muy popular en los años 50 llevándola a los premios Grammy. En realidad, desde hace cinco décadas, A Rianxeira es el himno alternativo de Galicia, la pieza más universal de su brillante cancioneiro, el que Azorín, alicantino, prefería a cualquier otro entre los españoles.
Por lo que hace al fútbol, el Celta es el que logró meterla más profundamente en el corazón de sus aficionados. Con ellos, con la brillantez de su juego y con la televisión, la cantata alcanzó una nueva universalidad. Pero el éxito no era nuevo. Ni siquiera en el fútbol. Tras un enfrentamiento promocional dramático precisamente con el Celta, en 1940, el Depor ascendió por primera vez a la División de Honor. La fiesta fue delirante. La gente, en su frenética alegría, cantaba A Rianxeira. No podía tratarse, evidentemente, de la de hoy porque aún andaba en gestación, pero los coruñeses cantaban una canción de ese título y alguna de las más célebres coplas de la actual. Nada inventaron, como es lógico. Hicieron lo que venían haciendo los concurrentes a las fiestas de Guadalupe de Rianxo desde finales del siglo XIX.
Cien años tiene, cuando menos, la copla clave del éxito identificativo de la cantata. El tropo poético por el que una Virgen negra, llegada de fuera en 1773, copia exacta de la Guadalupe extremeña, se aclimató hasta convertirse en una rianxeira más, capaz de caminar descalciña como quienes imponían en los mercados la celebradísima xouba, un manjar que pescaban al xeito más de un centenar de veleros lentos e cansos en un espectáculo cotidiano de inenarrable plasticidad que los rianxeiros supieron incorporar a la fiesta en 1863. Fue entonces cuando la Moreniña, camino del embarcadero, pisó la arena y comenzó a nacer la primera Rianxeira. La del Depor, para entendernos.
Ángel Romero Lojo (Rianxo, 1905-Buenos Aires, 1967), artífice de la melodía, era un nostálgico más de la fiesta y el ambiente. En 1930 tuvo que emigrar al gran Buenos Aires, destino de la mayoría de los rianxeiros, para nunca más volver. Poco después llegaron su novia y el primo de ésta: Jesús Frieiro (Pinciñas), el letrista de Ondiñas da nosa ría, nombre originario de la feliz cantata. Es, pues, en el ambiente nostálgico del Rianxo de allá, emigrado en Buenos Aires, con ocasión de la llegada al destierro de Castelao, otro rianxeiro, cuando la melodía y la canción comienzan a gestarse. El Coro Castelao y la Rondalla de sus paisanos la estrenaron en 1947 y la grabaron en 1950, con el sello de RCA Víctor, en Montevideo. Cometieron algunos errores, hijos de la pobreza y la candidez. Hicieron pocas copias, las difundieron tarde y mal y no la registraron. Evitaron además, en la medida de lo posible, dar como propias las coplas fundamentales porque sabían que no eran suyas.
Bernardo del Río fue menos escrupuloso. Músico arosano, radicado en Compostela, entusiasta de las fiestas de Guadalupe, se dio cuenta del tirón popular de la tonada. Con rapidez armonizó con mayor cuidado la partitura original, asimilándola, pero sustituyó las circunstanciales coplas de Pinciñas por las esenciales, procedentes del cancionero tradicional y de la primera Rianxeira. Entre ellas, la copla identificativa.
El éxito, fulgurante, fue efecto de la radio en su gran época. A través de las secciones de discos dedicados, sonaba incansable. Ahora acaba de cumplir 50 años en plena forma.
José Antonio Durán es historiador y editor.
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