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Obispos en lista de espera

Son muchos los creyentes que opinan que, salvo contadas excepciones, la actual jerarquía eclesiástica ha dejado a la Iglesia catalana convertida en un páramo. Por ello todo el mundo quiere tomar posiciones ante la jubilación, el próxmo 24 de septiembre del cardenal arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles, la sustitución del de Girona, Jaume Camprodon, y el nombramiento de auxiliares también en la diócesis Barcelona.

Los sectores eclesiales más abiertos de la capital de Cataluña han propueston en reiteradas ocasiones a Joan Carrera, obispo auxiliar de Barcelona, que dejó algunas tareas de responsabilidad en la diócesis tras chocar con el cardenal Carles. Pero no es un secreto que Carrera, que es un hombre querido entre las bases cristianas de Cataluña, no tiene buen cartel en el Vaticano.

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No obstante, y aunque la lista de sucesores sólo está en manos de la Santa Sede, no faltan las listas de obispables que circulan en los mentideros eclesiásticos. Así, al nombre improbable de Carrera, hay que añadir el de Lluís Martínez Sistach, ahora arzobispo de Tarragona, que de esta manera podría cambiar de sede y cuya candidatura tiene buenos augurios. Otro de los que suenan es Josep Maria Solé, abad de Montserrat, quien en el mejor de los casos iría a Tarragona para cubrir la plaza de Martínez Sistach. Pero esta operación parece poco probable tras las tensiones y destierros que han sufrido una serie de monjes de Montserrat después de que afloraran situaciones de autoritarismo, además de conductas homosexuales, en los últimos años.

Un último candidato, Carles Soler Perdigó, auxiliar de Barcelona, podría suplir a Jaume Camprodon como titular de la diócesis de Girona. Además en los próxims meses se espera el nombramiento de una hornada de auxiliares para Barcelona, aunque se ignora si será bajo el mandato de Carles.

En medio de tantas quinielas, ¿qué opina el presidente de la Generalitat como creyente? Fuentes de su entorno opinan que le gustaría un hombre de sensibilidad catalanista y, si la Santa Sede acepta, un segundo deseo: más montiniano que wojtyliano. Pero eso ya es mucho pedir.

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