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GENTE

EL FLAMENCO ENTRA EN LAS AULAS DE LA MENÉNDEZ PELAYO

Jesús Ruiz Mantilla

El flamenco, ese arte tan vivo, traslada estos días sus aulas de la calle, de las peñas, de las cuevas, de los garitos y de las gargantas a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). En Santander, en un aula de las caballerizas de la península de la Magdalena, el cantaor Alfredo Arrebola se deja el quejío, clase a clase, entre alumnos que le tocan, le bailan y le dan palmas. Entre los oyentes está el cantante Amancio Prada, que se empapa estos días sobre las nanas, la soleá, la malagueña, las seguiriyas y todo tipo de coplas flamencas.

Como buenos herederos de un arte muy golfo, los alumnos de este taller de cante jondo entran más tarde que el resto de los cursos, porque algunas noches se les hacen eternas, y se acuestan también casi con la madrugá. En maitines, para engarzar con el seminario más concurrido de este verano en la UIMP, que con 140 asistentes versa sobre Dios en Europa y está dirigido por Olegario González de Cardedal. Allí se mezclan curas, monjas, profesionales de la creencia y algún agnóstico. Son sus vecinos de curso en las caballerizas, donde los flamencos también hablan de Dios y del duende y buscan definiciones que poner a un arte que sale del alma, el estómago y la garganta. 'Yo, que soy cantaor por la gracia de Dios', dice Arrebola bien plantao y muy tieso, 'me gustaría pensar que el flamenco es una forma cultural capaz de comunicar a los hombres entre sí', define.

El cantaor por designio divino también es director del Aula de Flamencología de la Universidad de Málaga, donde enseña los recovecos de un arte del que se empezó a hablar en el siglo XVIII. Arrebola dio una clase práctica abierta al público anteayer en el Paraninfo de la Magdalena, donde cantó durante dos horas, y gratis, para todo tipo de público, no sólo sus alumnos. Pero el objeto del curso es más teórico que práctico, porque no se puede pretender que alguien aprenda el cante en cinco días. 'Eso sería imposible, como aprender a pintar en un momento', cuenta. Además, añade él, 'por desgracia son pocos los que quieren aprender el cante, prefieren el baile y dar palmas'. Se trata de analizar la complejidad de una forma viva de expresión, llena de talento, misterio e invenciones. 'Aquí estudiamos con entusiasmo las ramas del flamenco, sus formas, su historia, la soleá, la caña, el polo, la seguirilla, los fandangos, las malagueñas...', cuenta Arrebola, 'y contamos con alumnos ilustres como mi amigo Amancio. Algo acabamos sabiendo, ¿verdad Amancio?'. A lo que Prada contesta: 'Seguimos aprendiendo'.

Amancio Prada, en el centro, y Alfredo Arrebola, a la derecha, rodeados de alumnos del curso de flamenco.
Amancio Prada, en el centro, y Alfredo Arrebola, a la derecha, rodeados de alumnos del curso de flamenco.PABLO HOJAS

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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