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Crónica:FERIA DE VITORIA | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ocasión perdida para Padilla

Después de la incertidumbre que se creó en torno a si Padilla podía lidiar la corrida de ayer, al final, el torero gaditano acudió a la plaza de Vitoria. Si bien en el primer toro llegó a cortar una oreja, a su segundo lo dejó ir sin darle la faena que el toro estuvo pidiendo desde que pisó el albero. La ocasión era inmejorable para subsanar el petardo que pegó en Azpeitia hace ocho días.

Si en la plaza guipuzcoana se inhibió totalmente, argumentado que no estaba curado del todo. Ayer, que parecía que su cuerpo ya estaba en buenas condiciones, no aprovechó la embestida bonancible de ese quinto toro de la tarde. Un toro que era para haberle cortado las orejas y salir a hombros con un buen espaldarazo.

Sin embargo, su faena estuvo fraguada a base de pases rápidos, sumamente movidos. En una serie de cinco naturales, uno sólo de ellos tuvo calidad. El resto fue un torear sin torear. El ejemplar que le tocó ayer fue uno de esos toros con el que sueñan los toreros. Un animal que embiste con nobleza, que acude presto al toque, sin malicia, con lo que tiene un toro de bandera.

No puede engañarse Padilla por el hecho de haber cortado una oreja a su primer toro, segundo de la tarde. A sus muletazos, tanto por la derecha como por la izquierda, les faltó mando. Sólo sirvieron algunos naturales ligados. Los tres molinetes de rodillas, más el abaniqueo, más el desplante, tirando la muleta y dándole la cara al toro, eso fue lo que le hizo conseguir la oreja. Eso, y el añadido de los bulliciosos pares de banderillas. Estuvo acertado con media estocada.

El primer espada de la tarde, Óscar Higares, tuvo una actuación bastante gris. Le tocaron en suerte dos toros a los que tenía que haber cortado orejas. En su primero alternó los muletazos ligados con otros ejecutados de uno en uno, siempre con una falta de decisión notable o, si se quiere, con excesivas precauciones. A su segundo toro, que brindó a Padilla, siguió con la misma falta de decisión que en su primero. El toro le estaba enseñando que, si le ponía la muleta delante al dar un pase y se la ponía después, repetía con entusiasmo. Fue al final de la faena cuando se dio cuenta de que el toro embestía con nobleza y con calidad.Pero, por lo visto, no era la tarde de Óscar Higares. La ocasión era buena para el éxito, que siempre les hace falta a los toreros como él, que tienen que pechar con las corridas duras. Si tuvo dos toros que no eran duros, ¿por qué no se estiró hasta alcanzar el triunfo con el que todo torero sueña durante el mes de agosto?

El torero maño Jesús Millán tuvo la suerte de espaldas. Su primer toro era bastante complicado y no servía. Trató de torearlo por derechazos y naturales, sin ligar un pase, porque el toro no lo tenía. Ya parece que ningún torero de la era moderna sabe que a los toros hay que lidiarlos, incluso sin pegar ningún derechazo ni ningún natural. Suficiente es con que se les domine. Y, después, matarlos por arriba, porque para eso se dicen toreros.

En el último toro de la tarde, segundo de Millán, no hay que atribuirle ninguna culpa al torero. La culpa la tuvo el presidente por no devolverlo a los corrales, ya que era un toro inválido.

Juan José Padilla da un pase de pecho a uno de sus toros.
Juan José Padilla da un pase de pecho a uno de sus toros.PRADIP J. PHANSE

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