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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El IRA mueve ficha

A través de la comision internacional de verificación, el IRA ha hecho una propuesta que podría conducir a la inutilización de su arsenal. Responde así al reciente plan de Londres y Dublín ofreciendo concesiones a cambio de un compromiso inmediato entre protestantes y católicos que salve el maltrecho acuerdo de paz para el Ulster. El Gobierno compartido de Irlanda del Norte está descabezado tras la dimisión de su ministro principal, el protestante moderado David Trimble, por el rechazo del IRA a comprometerse, después de más de tres años, sobre la destrucción de su abundante armamento.

En el pulso ante el abismo en que consiste la política del Ulster, los movimientos reales o propagandísticos suelen producirse con ocasión de alguna iniciativa que intenta revivir los postrados compromisos de Viernes Santo de 1998, que pusieron fin a 30 años de terror. Calibrar el alcance de la sugerencia de la banda católica -que el Sinn Feinn, su fachada política, se ha apresurado a calificar de 'histórica'- es aún más difícil, porque sus intermediarios, la comisión sobre desarme que preside el general canadiense De Chastelain, no han dado ningún detalle, salvo afirmar que podría conducir a la 'inutilización completa y verificable de su armamento'. Aunque el IRA ha demostrado su maestría en enmascarar promesas con ambigüedades que acaban vaciándolas de significado, su movimiento debe ser jaleado, como toda esperanza embrionaria.

Así lo han hecho ya los Gobiernos irlandés y británico, pendientes de conocer si este anuncio indirecto será suficiente para que los mayoritarios y debilitados unionistas decidan la vuelta de su líder, Trimble, a la jefatura del Gobierno compartido antes del 12 de agosto. En esa fecha vence el plazo para que Trimble vuelva al cargo que abandonó o encontrarle un sustituto en su partido. De no ser así, Londres convocaría nuevas elecciones o suspendería el Parlamento regional para retomar el control directo de la provincia.

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El primer ministro Tony Blair ha prometido a los católicos del Ulster, en su reciente plan conjunto con Dublín, la paulatina desmilitarización de la provincia y modificar su policía, ahora protestante en más del 90%. Pero, con no ser escasos estos argumentos, la explicación cabal del gesto interpuesto del IRA tiene más que ver con el hecho sustantivo de que tanto la banda armada como el Sinn Feinn no tienen nada que ganar y sí mucho que perder con la reanudación del terror. En la relativa paz de los últimos tres años, el brazo político del IRA no sólo ha acabado cogobernando en una provincia británica cuya legitimidad rechaza, sino que lo hace mientras se consolida electoralmente. Ningún grupo con un designio político dinamitaría semejante horizonte en el tira y afloja de ganar tiempo.

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