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Reportaje:

Herraduras con suerte

Sólo dos caballos rejoneadores de los Domecq se salvaron por azar del atentado al quedarse en la finca

Si Limón pudiera hablar, diría que ha vuelto a nacer, como suelen hacer aquellos viajeros que, por alguna casualidad, pierden un vuelo para el que tenían billete y que luego termina en accidente mortal. Limón es uno de los dos caballos rejoneadores de Luis y Antonio Domecq que, por azar, se libraron del trágico atentado que el pasado sábado sufrieron sus doce compañeros de cuadra en Ocaña, cuando volvían a la finca Los Alburejos tras la corrida en la que habían participado en Las Ventas, en Madrid.

Algún desalmado lanzó dos cócteles molotov al interior del camión que transportaba los caballos, que estaba parado en una zona de servicio mientras el chófer y los dos cuidadores de los animales cenaban. Un equino, Legítimo, murió en el acto; otros dos, Maestro y Coquetón, han fallecido durante la semana, víctimas de las quemaduras sufridas; y seis más se recuperan de sus heridas en una clínica veterinaria en la sierra de Madrid. Los tres que se encuentran en mejor estado viajaban ayer tarde camino de su casa, en Cádiz, en un camión similar al accidentado, propiedad del también rejoneador, y amigo de los Domecq, Manuel Vidrié.

'La del sábado es una experiencia de las más malas que yo he vivido', recuerda Cristobal Sánchez

El suceso está siendo investigado desde Madrid por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, un grupo de investigación de élite que aún no ha dado ninguna hipótesis sobre posibles responsables y motivaciones para la agresión. La familia Domecq es la primera sorprendida por lo ocurrido. Luis y Antonio aseguran no tener enemigos ni sospechan de nadie que pueda desearles tanto mal.

Limón y Jaguar, el otro equino que se salvó del desastre, no viajaban en aquel remolque por pura casualidad. 'No todos los caballos van a todas las corridas', decía ayer Luis Domecq como única explicación al golpe de suerte de los dos animales. En la finca familiar, en Medina Sidonia (Cádiz), Limón disfrutaba de una ducha fresca pasado el mediodía ajeno a la tragedia sufrida por sus compañeros.

En Los Alburejos viven casi 90 caballos, entre ejemplares de rejoneo, especialistas en doma clásica, yeguas de cría y animales para el trabajo ordinario de una finca de 600 hectáreas, dedicada principalmente a la ganadería brava Torrestrella, propiedad de Alvaro Domecq y Díez, tío de los rejoneadores.

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Las cuadras están presididas por una leyenda, escrita sobre azulejos, que no deben haber leído los responsables del atentado contra los Domecq: 'El hombre no puede dominar al caballo si no se domina a sí mismo'.

Siete personas cuidan a diario de la cuadra de los Domecq. Dos de ellos, Manuel García y Cristóbal Sánchez, son los que iban con los caballos en el camión cuando todo sucedió. Cristóbal, de 49 años, duchaba con mimo ayer a Limón tras montarlo un rato por la finca. 'La del sábado es una experiencia de las más malas que yo he vivido', recuerda. 'Cuando salimos del restaurante, el camión era una bola de fuego. Salían llamas por el techo y por las ventanas', añade.

'Los caballos estaban indefensos, amarrados a sus boxes. En una situación así, uno no sabe ni qué hacer de lo que le entra por el cuerpo y por sacarlos lo antes posible', se lamenta.

Cristóbal dedica a los caballos entre 10 y 12 horas diarias, desde las ocho de la mañana que se les da el primer pienso, les hacen la cama -el arreglo de la cuadra- y los limpian; hasta que, pasadas las seis de la tarde, se les da la cena: alfalfa o, en verano, zanahoria.

La relación que tienen con los caballos Cristóbal, Manolo y el resto de los que lidian a diario con ellos es muy especial. 'Es que pasamos más tiempo con los animales nosotros que los rejoneadores', dice Cristóbal, que reconoce que se les termina cogiendo cariño. 'Siempre hay alguno más antipático, pero eso es normal, también pasa con las personas', concluye el empleado.

La finca es un templo dedicado a la cría de reses bravas y caballos. Casi todas sus dependencias están decoradas con ilustraciones, fotos históricas y carteles de corridas que recuerdan las carreras de rejoneadores del patriarca, Álvaro Domecq, y de su hijo, Álvaro Domecq y Díez. Las imágenes de toros y toreros antiguos van siendo, poco a poco, sustituidas por fotografías más recientes de Antonio y Luis que, con sus éxitos, reverdecen los recuerdos de su abuelo y su tío.

El gran picadero cubierto que, junto a dos plazas de tienta, completa las instalaciones de la finca Los Alburejos tiene sus paredes decoradas con inscripciones de los grandes caballos rejoneadores de Álvaro Domecq y Díez. Esos muros tendrán algún día un hueco para los nombres de Legítimo, Maestro y Coquetón, muertos por la acción cruel de la mano anónima que, con un propósito aún desconocido, les quemó vivos.

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