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Reportaje:

Los sonidos buenos de la 'movida'

Algunos músicos callejeros de Granada sorprenden por su originalidad y la de sus instrumentos

Granada, que podría ser considerada como una de las ciudades más ruidosas del país, por la frecuencia con que suenan las sirenas de las ambulancias, el claxon de los automóviles, los martillos neumáticos o el jaleo del botellón nocturno es, de vez en cuando, un paraíso para los oídos. De pronto, en un rincón inesperado, al visitante no lo asalta un coche con música de bakalao a todo volumen, ni un quinteto de hippie-punkies tocando estridentemente unos tambores baratos. No. Se trata de buenos músicos, geniales a veces, que hacen de la ciudad un puro deleite. Son 'los buenos de la movida'. Eso sí, durante las horas diurnas.

Él es uno de ellos. Eric Mongrain. 21 años. Un joven canadiense que lleva unos años dando la vuelta por el mundo acompañado de su novia, su guitarra acústica, su mochila, su sombrero y un pequeño amplificador. ¿Guitarra acústica? ¿Es original una guitarra acústica en un músico callejero? En Mongrain sí. El joven intérprete no la toca al uso, sino que la coloca sobre sus rodillas, como si fuese un teclado portátil, y la golpea sutilmente con los dedos de ambas manos, creando una serie de sonidos armónicos que rápidamente se hacen envolventes. Algo muy similar a las escalas pentatónicas de Claude Debussy.

'Lo que busco es el color de los sonidos, lo aéreo, lo atmosférico', explica en inglés mientras confiesa que, hasta encontrar este nuevo método, conocido como tapping (literalmente, 'golpecito'), estudió guitarra clásica ( 'Bach es grande', dice), rock y heavy-metal... Un día descubrió la música aérea, new age, del Michael Hedges, que emplea un sistema similar, aunque no igual. Se entusiasmó.

Como otro gran guitarrista del tapping, Stanley Jordan, Mongrain ha comenzado tocando por las calles de Granada, seguirá por los metros de Barcelona y terminará posiblemente grabando discos para multinacionales. 'En Estados Unidos, alguien me vio por la calle y me quiso contratar para tres discos, pero yo no quería verme atado tanto tiempo'. Luego sigue tocando, deslumbrando a los transeúntes, que no tienen más remedio que detenerse para escucharlo.

Otro tanto sucede con un cuarteto de instrumentistas de lo más variopinto que acostumbra a tocar en la plaza Bib-Rambla, en el centro de la ciudad. Se hacen llamar Cuerdas de Oro y llevan instrumentos como guitarra clásica, violín y balalaika. Desarrollan un repertorio exquisito que va de Boccherini a Vivaldi pasando por Tchaikovsky. Venden a mano sus propios CD's.

'Nosotros llegamos a Barcelona hace años', dice Nikolai Uliánov, guitarrista, 'pero allí la policía estaba continuamente molestándonos; Granada es una ciudad muy acogedora, donde nos dejan tocar'. Otro de los músicos abunda en ello: 'La verdad es que debería haber cierto criterio para permitir tocar en la calle, porque hay unos músicos realmente horribles que no tienen ni idea de música'.

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Muchos de ésos abundan por Granada, con flautas dulces hirientes o guitarras maltrechas. Otros, en cambio, resultan una pura sorpresa, como Ehgartner Jörg, un austríaco que descubrió un extrañísimo instrumento australiano, el didgeridoo, una especie de gran cuerno hecho de madera que produce un relajante y profundo sonido, similar a los cantos tibetanos. 'Es un instrumento muy complejo de tocar', explica, 'porque se basa todo el las técnicas de respiración'. ¿Por qué eligió Granada? Él responde: 'Parece una buena ciudad'. Al menos, gracias a algunos, de vez en cuando suena bien.

Eric Mongrain, en plena calle, tocando su guitarra acústica de una forma peculiar.
Eric Mongrain, en plena calle, tocando su guitarra acústica de una forma peculiar.MARÍA DE LA CRUZ

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