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PANORAMA | INTERNACIONAL
Columna
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Japón y el experimento Koizumi

Probablemente, Junichiro Koizumi es el más sorprendido por el experimento iniciado en Japón con su designación como jefe de Gobierno para suceder al brevísimo Yoshiro Mori. Un relativo inconformista del partido Liberal Democrático, que lleva casi medio siglo al frente de los destinos nipones, ha llegado a la presidencia del PLD y del Gabinete después de arrasar en unas insólitas elecciones primarias y contra la voluntad de los mandarines del partido.

Rompiendo los moldes de una política acartonada, Koizumi, 59 años, que cultiva no sólo indumentariamente una imagen de rebelde, promete a sus conciudadanos que combatirá a los contrarreformistas, muchos de ellos en su propio partido, y hará cirugía radical para revivir aquella economía que fue modelo planetario en los años ochenta y ahora lleva una década estancada.

Con todas las expectativas despertadas -la aprobación de la opinión pública por Koizumi ronda un abrumador 80%- , el nuevo primer ministro lo va a tener muy difícil.

Sacudir contra la voluntad de sus barones un partido esclerotizado -que junto con la gran industria y una poderosa burocracia forma el trípode sobre el que se sustenta el Japón de posguerra- es tarea de titanes, incluso con el apoyo masivo de los militantes de a pie demostrado en las primarias. El real inconformismo de Koizumi, de otra parte, debe verse a la luz de los treinta obedientes años pasados en el partido que ahora le ha catapultado.

Una mujer en Exteriores

Es cierto que el primer ministro ha hecho un Gobierno en parte refrescante, con una mujer -Makiko Tanaka, que le ha bautizado como rey león- por vez primera al frente de la cartera de Exteriores. Pero respecto a la economía, en cuya reforma han fracasado tantos de sus predecesores en los últimos diez años, Koizumi ha sido hasta ahora especialmente vago y sus nombramientos en este campo no son alentadores.

No cabe olvidar que los japoneses, a los que el primer ministro ha seducido en televisión con sus respuestas ingeniosas y audaces y su descuidado aspecto de peluquería cara, todo al estilo estadounidense, son los mismos que han acreditado históricamente su resistencia a variar de rumbo, porque consideran el consenso social como uno de sus valores supremos.

El nuevo líder nipón tiene tres meses cruciales para afianzarse, antes de las elecciones de julio a la Cámara Alta. En ese tiempo, no sólo deberá persuadir a los electores de que realmente tiene un plan, de que los peores tiempos económicos que les augura se verán pronto recompensados.

Necesita también convencer a los dirigentes de su partido que le ven como un interino más de que sólo él, Junichiro Koizumi, arrastra a los ciudadanos de su país.

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