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Reportaje:

Bretaña se queda sin Astérix

Unos hallazgos arqueológicos sitúan cerca de Toulouse la última ciudad gala que resistió a los romanos

Astérix y Obelix, los dos irreductibles galos que no se rinden a las tropas de Julio César, no vivían en la aldea bretona asediada por campamentos romanos inventada por Uderzo y Gosciny, sino en Vayrac, cerca de Cahors, una ciudad de 20.000 habitantes situada a unos cien kilómetros al norte de Toulouse y con importantes ruinas romanas.

Durante un siglo largo, más de treinta poblaciones francesas han querido ser Uxellodunum, la última localidad conquistada por los ejércitos imperiales. Julio César, a veces muy preciso en sus crónicas, no lo fue en el caso de la localización de Uxellodunum, y de ahí las disputas entre diferentes ciudades.

La solución la ha aportado Jean-Pierre Girouet, un arqueólogo que, desde 1996, excavaba la colina de Puy d'Issolud. Su trabajo ha permitido demostrar que allí se enfrentaron 5.000 galos contra 30.000 romanos y que esa batalla, que se prolongó durante meses en forma de asedio, se produjo el año 51 antes de Cristo. Vasijas, armas y restos humanos han bastado para fecharla de manera definitiva. Pero la identificación del lugar con Uxellodunum ha venido de otro descubrimiento de Girouet: los romanos construyeron varios túneles en las faldas de la colina para desviar toda el agua y forzar así a los sitiados a rendirse si no querían morir de sed. Esos túneles están ahí y corresponden a lo que cuenta Julio César.

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Los últimos galos que resistieron a los romanos

'Yo hice mi campaña electoral explicando que Vayrac y Uxellodunum son una misma cosa, y que estaba dispuesto a hacer algo para convertir nuestro pueblo en un centro turístico', dice el flamante alcalde de esta localidad de 1.185 habitantes, orgullosa de su acueducto y de su pequeño museo galo-romano.

La clave está en saber en qué consistirá ese 'algo'; es decir, si el edil optará por imitar a otros alcaldes que han embarcado a sus poblaciones en espectáculos teatrales pensados para entretener las noches veraniegas de familias extranjeras, si preferirá emprender una reconstrucción de la fortaleza o si optará por pedir al ya existente parque temático dedicado a Astérix que instale una sucursal en Veyrac. La solución obvia (la mejora y potenciación del museo) no parece figurar entre las hipótesis barajadas, pues su atractivo económico-electoral es ciertamente escaso.

Tras la derrota de Vercingétorix un año antes en Alésia, a Julio César sólo le quedaba pendiente acabar con la resistencia de Uxellodunum para completar una lista de 80 ciudades galas vencidas y 300 tribus derrotadas. Según Plutarco, los romanos causaron la muerte de un millón de enemigos en diez años de campaña y convirtieron en esclavos a otro millón de galos. Aunque es más que posible que las cifras sean exageradas, dan una idea de por qué en Uxellodunum no querían rendirse. Se trataba menos de evitar que el cielo les cayese sobre la cabeza -como siempre teme Abraracurcix, el jefe del poblado de Astérix- que de luchar hasta el fin para no transformarse en figurantes de espectáculos circenses con fieras.

Dentro de la mitología republicana, Vercingétorix o la resistencia gala ante los romanos es importante, porque tiene carácter de mito fundacional de la nación francesa, un mito contrapuesto al de Clovis, rey de los francos, fundador de las dinastías que luego irían sucediéndose en el trono hasta que la revolución de 1789 tomó la decisión de descabezar, literalmente, a la familia real. Los conservadores y monárquicos querían un poder legítimo que comenzara en Clovis y siempre quedase en manos de unos herederos; los revolucionarios y republicanos preferían a Vercingétorix en tanto que líder natural elegido por las distintas tribus.

En cualquier caso, todos los lectores de las andanzas de Astérix y Obelix saben de la importancia de la poción mágica que prepara el druida Panoramix. Sin ella, los galos, en minoría, no hubieran podido resistir la aplastante superioridad romana. Julio César, a su manera, los dejó sin dicha poción al cortar el abastecimiento de agua, necesaria para no morir de sed o para poder seguir preparando los escasos alimentos. Es así como Girouet acaba por dar la razón a Uderzo y Gosciny y cómo éstos, con la ayuda del humor, han podido seguir contando e imprimiendo la leyenda porque ésta les ha parecido mejor que la realidad.

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