_
_
_
_
_
OBSERVATORIO ECONÓMICO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tempestuosos peligros en la economía global

Ya es oficial. Wall Street está en un mercado a la baja. La burbuja tecnológica creada por la 'nueva economía' desde marzo de 2000 ha explotado. Aquello acabó con gran parte del crecimiento en el PIB de la corriente principal desde el pasado octubre.

La desaceleración de América, como se esperaba, se está sintiendo en el extranjero. La locomotora japonesa, después de estímulos fiscales intermitentes, parece definitivamente haberse atorado. Una economía en desarrollo del borde del Pacífico como Corea del Sur podría experimentar en 2001 apenas la mitad de su crecimiento del año pasado.

Las cabezas de bancos centrales en todo el mundo se escuchan como poco convincentes porristas. El gobernador del Banco de Inglaterra, sir Edward George, proclamó en enero que la pérdida de velocidad global era temporal y que pronto sería seguida por una recuperación. Para marzo, las cosas estaban peor para los mercados mundiales y la producción manufacturera mundial. Pero, en imitación a los porristas corredores de Wall Street, George repitió su rosado pronóstico (esta vez, a una audiencia que ya no creía en él).

Hace un año, el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, estaba en su clímax de popularidad y reputación. Desde la toma de posesión del presidente George W. Bush, Greenspan se ha vuelto más esquizofrénico. Dos veces, el consejo de la Reserva Federal inició rápidamente reducciones de su tasa de intereses de medio punto porcentual. Durante horas y días, ello elevó el precio de las acciones. Pero, en menos de una semana, los precios cayeron a nuevas bajadas.

La simple verdad es que ni Greenspan ni nadie más pueden saber cuán seria y duradera será la pérdida global de velocidad. Una burbuja al alza vive psicológicamente de su propia inercia. Después de que esta burbuja, inevitablemente, se revienta sigue una burbuja descendente, que también vive psicológicamente sobre su propia inercia a la inversa.

Hace décadas, Wall Street y los mercados mundiales de acciones eran principalmente terreno de juegos para los especuladores y los ricos inversores pudientes. Esto ya no es cierto. La mayor parte del tiempo desde la Segunda Guerra Mundial, las economías mixtas han estado generalmente experimentando extraordinaria estabilidad de crecimiento real. En consecuencia, las acciones comunes han producido dividendos favorables al largo plazo.

Los humanos son animales que saben aprender. Y más de uno de nosotros invitamos a aquellos que han tenido éxito. Por ello, por ahora, todos, con excepción de los más pobres americanos, tienen alguna propiedad de acciones comunes. Voluntariamente invertimos en fondos mutuos que poseen un portafolios diversificado de unos cuantos cientos de diferentes corporaciones de multitud de industrias distintas. Nuestros patrones, crecientemente hacen que nuestros fondos de pensión inviertan en acciones más que, como en los viejos tiempos, únicamente en bonos del Gobierno y en bonos corporativos ultraseguros.

Por ello es que los bancos centrales y los Gobiernos deben preocuparse crecientemente para que las malignas retroalimentaciones entre los distritos comerciales y los mercados financieros no generen fluctuaciones de mayor intensidad en el ciclo de los negocios. Por ello, Greenspan, al principio, se mostró cauto, pero criticó cuando Wall Street parecía ser presa de una 'exuberancia irracional'. Pero, más tarde, incluso el cauto presidente de la Reserva Federal comenzó a creer en la realidad y en la permanencia de la psicología de la nueva economía. (Esto ayuda a explicar por qué abandonó su oposición a la masiva reducción fiscal de Bush; se convirtió a la opinión especulativa de que el superávit presupuestario de Estados Unidos explotaría dolorosamente a menos que las tasas de impuestos se redujeran).

¿Cuál debería ser el programa macroeconómico óptimo para América en este nuevo juego de pelota del recién inaugurado siglo? Debido a que hemos sido una sociedad de alto consumo que no ejerce el ahorro, no es recomendable que el presidente Bush siga promoviendo una masiva reducción fiscal aplicable al periodo 2001-2010.

La Reserva Federal tiene el poder para reducir las tasas de interés repetidamente si los vientos del ciclo de los negocios continúan soplando con fuerza en una dirección descendente aquí en casa y en el extranjero. (La política no es experta en economía. Probablemente, Bush ganará una reducción parcial en los impuestos desde su gran programa original. A mi juicio, ello no perpetrará un error fatal en la política estadounidense, incluso si no es un programa de lo mejor).

Para finales de 2001 creo que tenemos una probabilidad de dos a uno de que el PIB de América avance de nuevo hacia una tasa de crecimiento real del 3% anual. Esto es claramente mejor que la disminución del 1% o 2% en el crecimiento. Pero no debemos esperar un retorno del 4% o 5% como el que disfrutó América en 1998 y 1999.

No me arriesgo a predecir los movimientos en el precio de los mercados de acciones. Pero advierto en contra de la inocente creencia de que casi con certidumbre hemos llegado al fondo del escrito. Puede tardar un largo tiempo acabar con las bancarrotas y errores de una burbuja especulativa.

El consejo de la Reserva Federal no considerará con certidumbre que su principal preocupación deba ser fortalecer algún nivel específico de los índices Dow-Jones o S&P 500. Probablemente, muchas de las pérdidas del año pasado hayan sido para siempre. Pero ello no significa que ahora sea momento de liquidar todas las acciones y guardar el dinero en colchones o en bancos ultraseguros.

Con la locomotora americana avanzando a tirones y durmiente la locomotora japonesa, ¿qué debemos esperar de la locomotora europea?

El crecimiento en la Comunidad Europea parece estar desacelerando un poco, especialmente en Alemania. Si el euro se aprecia con relación al yen y al dólar, ello crearía un viento contrario más fuerte en contra de la deseada recuperación europea. Esto podría pedir que el nuevo Banco Central Europeo en Francfort imitara en cierto grado la liberación gradual del crédito hecha por la Reserva Federal.

Espero que las preocupaciones pasadas del Banco Central Europeo, al estilo del Bundesbank, puedan contemplarse gradualmente frente a nuevas condiciones en el nuevo siglo. El cambio en los tiempos pide cambios en las políticas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_