_
_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Clandestinidad

Hay personas que me escriben o llaman por teléfono para expresarme su coincidencia con algunas de las palabras de esta gacetilla y de los otros escritores y dibujantes de esta casa de todos. Otras están tan en desacuerdo que disparan su vocabulario; y el castellano es muy rico incluso con extranjerismos y barbarismos. Y autonomismos. Son libres y maleducadas, lo ganamos para ellas. El mal lenguaje lo aprenden en el Parlamento, en los mítines; en estas precampañas especialmente duras, porque todos creen que se juegan la paz y la libertad. Los que coinciden ocultan su nombre: tienen miedo. Puede ser miedo absurdo, anclado en el fondo de la memoria; de los muchos años de silencio obligado.

Quién sabe si ya de lo que tienen miedo es de sus nueras, de sus yernos, que los quieren mandar a una residencia. Pueden tenerlo de sus patronos, sus clientes, sus amigos. Me conmueve más que un nombre propio desconocido el anónimo, el largo pavor, la incansable clandestinidad. La espera de lo que nunca llega: por lo menos para ellos. Los otros firman, con membretes en las cartas y direcciones: se enorgullecen. Es bueno para mí: han ganado la libertad que tanto nos costó arrancarles. Algunos envían a este periódico sus opiniones, y éste las publica irreprochablemente, contengan o no falsedades.

Es algo de lo que estar también satisfecho: que por lo menos un periódico publique sus cartas o mis gacetillas sin necesidad de estar a favor de ellas. No pasa con todos. En Telemadrid o en La Vanguardia me habrían despedido. De Radio Nacional me echaron. Algo de razón tienen los que se ocultan, no mandan cartas o no las ven publicadas. Ese miedo no tiene guardaespaldas. Para no ahorrarme penas pienso en que los que ahora dicen su nombre lo escondieron durante el tiempo socialista.

Todavía recuerdo el asombro que me produjo una actriz y cantante muy admirada cuando ganó Aznar las primeras elecciones, y ella gritó en televisión: '¡Ahora podremos hablar de España y de la Virgen!': había estado años callando esas palabras por puro miedo. A que no la dieran subvenciones, quizá. Pero ella y otros se han quejado después de que tampoco éstos dan nada, y hay quien dice que las ventajas van a 'los de siempre': como si los de siempre tuvieran talento y no méritos políticos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_