En recuerdo de Lorenzo López Sancho
Era un leonés (de Astorga) duro y resistente, que ha estado escribiendo hasta hace no más de un par de años, en las vísperas de los 90, edad a la que ha muerto en su casa de Madrid. Republicano en su juventud, fue capturado y encarcelado por los sublevados, que le soltaron a cambio de su alistamiento en el ejército nacional.
Después de la guerra, derivó su vocación literaria hacia el periodismo, que ejerció en Galicia; una crítica de teatro atrajo la atención de Juan Ignacio Luca de Tena, propietario y director de Abc, pero, sobre todo -por su gusto, por su vocación- autor teatral, que le llamó a Madrid. Y nunca dejó ese periódico, donde ejerció todos los trabajos que requerían una buena pluma: la crónica diaria de Madrid (Isidro, fue un seudónimo que usaron también otros para ese menester), que le valió ser nombrado por el Ayuntamiento cronista municipal; larga corresponsalía en París, crónicas deportivas, crítica de teatro y de cine... La crítica de teatro la dejó un tiempo porque su vocación de escritor le llevó a estrenar Aurelia o la libertad de soñar. Había ya publicado algún libro de cuentos (Binomio sentimental) y luego hizo una serie de televisión, A través de la niebla: como a tantos otros, el periodismo le fue quitando el tiempo y el estilo de la narración. Las redacciones antiguas, de antes de las escuelas y las universidades, se nutrían de quienes acudían para iniciarse en una carrera literaria y se quedaban en él, o de quienes rebotaban en la literatura y se quedaban en el periodismo. Sin contar los numerosísimos periodistas que escribieron grandes obras.
Lorenzo López Sancho fue durante los últimos años crítico de teatro: hasta que prácticamente la dificultad de moverse, muy pasados los 80 años, le retuvieron en el domicilio, desde donde continuó algún tiempo escribiendo unos artículos casi diarios bajo la rúbrica de Planetario, que indicaba ya su deseo de abarcar todos los temas, desde la política internacional hasta el tonillo madrileño de sus tiempos de Isidro. El republicanismo se había quedado en los lejanísimos tiempos, pero aún conservaba de él, ya que no los conceptos y los deseos, un estilo muy libre y muy crítico.
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