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Reportaje:

El 'Escorial' de La Ribera

El Ayuntamiento de Alzira programa actos para celebrar el 600 aniversario del monasterio de La Murta

A unos ocho kilómetros de Alzira, escoltado por la Serra de Corbera, se erige el valle de La Murta, un bellísimo paraje cuya vegetación es única en la Península Ibérica, según algunos botánicos. Éste fue el lugar escogido por un grupo de ermitaños a finales del siglo XIV para levantar un monasterio que llegó a ser conocido por el Escorial de La Ribera. Los anacoretas que vivían en abrigos naturales y pequeñas ermitas consiguieron la donación del valle por parte del caballero de Alzira Arnau de Serra en el año 1357. Poco después se convirtieron en monjes de la orden de los Jerónimos y en 1376 lograron la bula del papa Gregorio XI para construir su monasterio. Emplearon en esta misión 25 años y un 11 de febrero de 1401 el cenobio era una realidad. Seis monjes fueron sus primeros moradores, pertenecientes a una orden 'pequeña, humilde y recogida', tal y como expresó en la conferencia inaugural de la efemérides Fray Ignacio de Madrid, ataviado con el mismo hábito cuyos colores son el 'blanco de la pureza y el pardo de la tierra'.

El monasterio de La Murta sigue creciendo a lo largo de los siglos XVI y XVII gracias a las donaciones de la familia Vic, que se convirtió en su benefactora hasta el punto de adornar los rudos muros de una selecta pinacoteca con lienzos de Ribera, Joan de Joanes, Pyombo, Orrente y retratos del taller de los Ribalta. Sus habitaciones acogieron a santos y reyes como Vicente Ferrer y Felipe II que con su familia acudió un mes de febrero de 1586. El puente que cruza el barranco de La Murta y que permite el acceso al Escorial ribereño recibe, desde entonces, el nombre del monarca. Fue en su época de esplendor un foco cultural de primer orden, La Murta proporcionó compositores, músicos, escritores, consejeros de reyes y dos obispos, los frailes José Corella y Gilabert Martí.

La enorme riqueza natural de la zona, con más de 900 especies vegetales, atrajo la atención de los botánicos más reconocidos. En el siglo XVII consta que el monje francés Jacobo Barrelier menciona en sus estudios plantas como la viola hispánica, el polium saxatile y la valeriana caerulea que más de 300 años después perviven en las proximidades de las ruinas del monasterio. Tras Barrelier, a finales del siglo XVIII llegó el botánico Cavanilles, que recopiló en sus trabajos la amplia y variada flora del lugar. Otros estudiosos de la botánica siguieron sus pasos entre ellos Pau, Font Quer y Rivas Mateos.

Pero el siglo de oro de La Murta fue cortado de raíz con las desamortizaciones de principios del XIX. La Junta de Amortización de Alzira cometió el expolio repartiendo sus obras de arte entre los museos nacionales. En 1838 recibió el monasterio el golpe de gracia con la venta de la propiedad a particulares por 126.000 reales. El desmoronamiento de sus muros no se detuvo hasta que unos 150 años después las ruinas y su entorno fueron adquiridas por el Ayuntamiento de Alzira que presidía Francisco Blasco. En la década de los noventa, la Consejería de Cultura paralizó la caída con contrafuertes pero sólo quedaban en pie del otrora Escorial, la portalada y el cuerpo de la antigua iglesia, la torre de las palomas, la que fuera hospedería, el puente de Felipe II, el acueducto y el depósito de nieve, en conjunto menos de la cuarta parte del perímetro que ocupó el esplendoroso monasterio. Parte de aquellas estancias están saliendo a la luz en los últimos seis años, con las excavaciones realizadas por la Dirección General de Patrimonio, entre ellas el claustro, la sacristía y la sala capitular.

600 años después de su fundación el monasterio de La Murta recupera protagonismo con los actos programados por el Ayuntamiento con el fin de 'dar a conocer su riqueza cultural, histórica y paisajística'. Conferencias, exposiciones, vídeos, cursos y visitas guiadas constituyen las principales actividades, que se prolongarán hasta noviembre. Afortunadamente los centenares de especies vegetales, algunas de ellas endémicas, no fueron amortizadas y pese al incendio sufrido en 1982, La Murta mantiene su incalculable tesoro botánico.

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