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VISTO / OÍDO
Columna
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El falso pesimismo

En dos ciudades me llamaron el jueves pesimista. Siempre me asombro de esa calificación, aunque siempre sea cariñosa y paternalista. Si lo considero, noto sus razones. Es lógico que si yo digo que el catolicismo se agota en España (ellos dicen que avanza 'la secularización'), los católicos piensen que eso es malo y que yo soy un profeta negativo, y que esa advertencia es pesimista: a otros les llena de alegría. Me lo dijo en Madrid el querido Ruiz Giménez (que hizo la valiosísima revista Cuadernos para el Diálogo cuando nosotros hacíamos Triunfo); yo llegaba de Valladolid, donde me habían llamado pesimista porque pedía la separación de la Cultura y el Estado. Trataba de argumentar que los bienes ministeriales sobre instrumentos de difusión de la cultura han privado al teatro de su función crítica y su necesidad de transgresión. Las protecciones me dan miedo, como aquella Dirección General de Protección a la Mujer, que las encerraba en conventos para librarlas de sus desvíos. Cultura y Estado: el Estado mantiene un orden establecido, unos principios sociales, que corresponden a las ideas e intereses del Gobierno (de cualquier Gobierno: los principios que se mantienen fijos siempre son peligrosos y anquilosadores), y la cultura es una emanación de la sociedad para transgredir lo que esos principios tienen de muralla frente a otras ideas y frente a la crítica.

En la desdichada República de Weimar (el interregno entre el Káiser y Hitler) se dijo que, por primera vez, la cultura y la civilización eran enemigas; y es que llamaban civilización a lo fundamental del prusiano, a sus religiones, al orden establecido; y la cultura en alemán era la de los transgresores, que hacían lo que los nazis llamaron después 'arte degenerado', y eran los creadores de la ácida crítica del cabaret, del grupo de teatro y novela que renovaban las ideas de posguerra (Brecht o Mann), de la filosofía de la Escuela de Francfort. Hasta que llegó el nazismo y tuvieron que salir huyendo del país, y de Europa, mientras se iniciaba la serie de ministerios de Cultura en el que se llamó de Propaganda. Comprendo que para quienes creen que en época de crisis se debe tener la protección del Estado, con la idea antigua de las autocracias y los mesías, esta idea pueda resultar pesimista. A mí me parece positiva y constructiva.

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