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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La amenaza del crudo

El mercado mundial de petróleo tiene un grave problema: faltan aproximadamente un millón de barriles diarios de crudo para satisfacer la demanda de unas economías en plena fase de expansión, especialmente la estadounidense y las asiáticas. Ese problema de escasez de oferta no puede ser resuelto fácilmente, porque casi todos los países que controlan la exportación de petróleo, con excepción de Arabia Saudí, están produciendo prácticamente al 100% de su capacidad.El resultado final es que el precio del crudo, que sigue siendo un coste de referencia imprescindible para la economía mundial, se ha situado de forma persistente por encima de los 31 dólares, un nivel que amenaza con arruinar la complaciente euforia de las burbujas financieras de los países desarrollados embelesados con las tecnologías virtuales y la productividad de la nueva economía. Gracias al precio del petróleo -aunque no sólo-, el fantasma de la inflación ha resucitado en Europa y el aterrizaje suave de la economía de EE UU puede convertirse en una operación accidentada. Para enredar un poco más la madeja del crudo, el presidente venezolano, Hugo Chávez, ha completado un viaje turístico muy particular por las capitales de los países de la OPEP más renuentes a aumentar la producción -Libia, Irán, Argelia, incluso Irak- y los geoestrategas temen que Venezuela sea ya un nuevo miembro de los halcones del cartel.

En un mercado con un serio estrangulamiento de oferta no es de extrañar que las instituciones de los países occidentales hayan pasado a la acción política. La evidencia de una presión coordinada sobre la OPEP de las autoridades estadounidenses y de la Comisión Europea, de la que forma parte la llamada de la vicepresidenta de la Comisión, Loyola de Palacio, al ministro venezolano de Energía y presidente de turno de la OPEP, Alí Rodríguez, instándole a trabajar por un precio "razonable" del crudo, sólo sorprende por la difusión informativa de la operación. El paso a la vía política, una decisión que quizá haya que atribuir a Washington, indica que ni EE UU ni Europa confían en que el precio del crudo se sitúe en torno a los 25 dólares a corto plazo, que no hay expectativas de que en la reunión de la OPEP del próximo 10 de septiembre se produzcan aumentos significativos de la producción y que está cundiendo el temor a que en el nuevo equilibrio interno de la OPEP los halcones dispuestos a usar el petróleo como arma política y económica disponen de una ventaja significativa.

El recurso a la presión política es legítimo en un mercado polarizado en torno a un cartel. Pero tampoco hay que engañarse sobre su eficacia. Es verdad que conviene a países productores y consumidores mantener un precio estable moderado, por debajo de los 28 dólares, para no socavar el ciclo expansivo internacional y garantizar que no se producirán oscilaciones perjudiciales del precio, también a la baja; pero no es menos cierto que casi todos los miembros de la OPEP están encantados con el nivel de precios actual, de forma que la distinción convencional entre halcones y palomas no refleja bien la realidad. La mejor manera de reducir el precio del petróleo sigue siendo disminuir la demanda ahorrando energía. Un recurso que Europa y EE UU parecen haber olvidado.

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