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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Consumidor abrumado

El precio de las gasolinas y los gasóleos ha vuelto a entrar en una escalada alcista que resulta apabullante para el consumidor y muy preocupante para las empresas y servicios que incorporan un grado muy elevado de costes energéticos. En lo que va de año, los ciudadanos que se ven obligados a utilizar el automóvil han visto cómo los precios de la gasolina sin plomo han subido 12 pesetas, hasta las 137,9 pesetas por litro; la super se ha encarecido en 18 pesetas y cuesta 147,9 pesetas, y el gasóleo ha subido 6 pesetas, hasta casi 114 pesetas por litro. Una progresión imparable que puede aumentar si el martes se aplica una nueva subida de dos pesetas en las gasolinas y una peseta en el gasóleo, que las compañías iban a aplicar a partir de hoy, pero que han decidido aplazar, quizás para conocer la evolución del mercado el próximo lunes, pero más probablemente todavía para evitar que incida en el IPC del mes, que se cierra el día 20.Es evidente que el encarecimiento de los combustibles para los consumidores y en los servicios se debe al encarecimiento del crudo y de las gasolinas en los mercados internacionales. Sin embargo, conviene recordar que el mercado de los carburantes en España no es precisamente un modelo de competencia. Hay un operador dominante que orienta los precios y se mantienen todavía notables obstáculos al libre funcionamiento del mercado, que el Gobierno, pregonador y responsable de las reformas estructurales nunca concretadas, debería remover con urgencia.

Cada vez que sube la gasolina en España, y en este mes ya ha sucedido cinco veces, los consumidores tienen derecho a preguntarse hasta qué punto ese aumento se hubiera producido en un mercado plenamente competitivo. Es inevitable relacionar el encarecimiento continuado de los precios de los carburantes con los espectaculares beneficios correspondientes al primer trimestre del año presentados la semana pasada por Repsol-YPF. Nada menos que 82.300 millones de pesetas, con un aumento del 114%. No es que tener beneficios sea reprobable, pero es tarea del Gobierno procurar que esas ganancias se obtengan en un mercado que sea más abierto y suscite menos sospechas de manipulación que el actual. El dato demuestra también que en las empresas petroleras que han ejecutado con éxito su integración vertical, cuando se produce un encarecimiento de la materia prima, los márgenes de comercialización disminuyen, pero suelen aumentar los de refino y producción. Así que la irritación de los consumidores está, en todo caso, más justificada que las quejas de las petroleras por la caída de sus márgenes.

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