El ideario democrático de la UMD JOSÉ FORTES (*)
La Unión Militar Democrática (UMD), organización nacida clandestinamente en los últimos años del franquismo con el objetivo de contribuir a la difusión de los ideales democráticos dentro de las Fuerzas Armadas y autodisuelta después de las elecciones de 1977, ha tenido en los últimos días cierta inesperada presencia en las páginas de EL PAÍS de la mano de D.Javier Tusell; primero, en la crítica realizada por éste, en el suplemento Babelia del pasado 29 de enero, al reciente libro de Julio Busquets Militares y demócratas, y después en una carta al director del 4 de febrero, en la que Tusell daba inmediata respuesta a una anterior de Luis Otero en la que éste rechazaba de pleno las inadmisibles alusiones personales contenidas en la crítica al libro de Busquets.En la primera intervención referida a la UMD, tras aceptar el Sr.Tusell, con evidente esfuerzo, que "la UMD no pensó nunca en sublevarse o emplear la violencia", se afirmaba también, sin embargo, que algún sector de la misma "estuvo menos identificado con el ideario democrático", personificando en el entonces comandante Luis Otero esta supuesta desafección a los valores de la democracia.
En su segunda intervención -la respuesta a la justificada indignación del insidiosamente aludido- ha pretendido Tusell fundar su "conocimiento" del rechazo de Otero y otros miembros de la UMD al ideario democrático en un pasaje del propio libro de Busquets. En él se narra que la rectificación en un documento interno de la UMD, en el sentido de suprimir un párrafo que recogía la aspiración de la organización a "una sociedad sin clases y de hombres libres, o sea, socialista y con democracia occidental", puesto que dicha fórmula se consideró "evidentemente imposible", provocó la frustración de "algunos compañeros" y particularmente "Luis Otero lo calificó de 'parida', muy disgustado por el cambio". De este episodio trivial y, sobre todo, por completo descontextualizado, deduce Tusell, tras enfatizar que obviamente no cabe más democracia que la occidental, que Otero y algunos otros de sus compañeros no se identificaban con el ideario democrático.
La lectura no prejuiciosa de los correspondientes párrafos del libro de Busquets revela, sin embargo, una realidad bien diferente de la que transmite Tusell en sus dos escritos. En primer lugar, el autor del libro explicita que la redacción original de aquel documento era obra exclusiva suya y que, simplemente, la quiso modificar por consejo del líder del PSUC, Antoni Gutiérrez, a quien las expresiones utilizadas le parecían demasiado radicales, opinión ésta que había dejado a Busquets "patidifuso" y le había llevado a reflexionar, atribuyéndose sin reservas el autor "el exceso" cometido: "Caí en el sarampión gauchista".
Del resto del relato de este episodio lo único que queda claro es que las rectificaciones que Busquets deseaba hacerse a sí mismo fueron debatidas por todos los encargados de la elaboración del documento, como corresponde a la práctica de una organización democrática, y aceptadas por acuerdo mayoritario. También queda claro, para quienes no estén plenamente inmersos en la dictadura del "pensamiento único", que la expresión del deseo, por utópico que fuera, de una sociedad sin clases y de hombres y mujeres libres, era atractiva para la mayoría si no todos de aquellos militares "idealistas". La supuesta carencia "occidentalista" contenida en ese deseo en modo alguno justifica la insidiosa tergiversación, orientada, cómo no, a la "caza de peligrosos izquierdistas" en que la réplica de Tusell insiste.
¿En base a qué, si no, se hace recaer sobre Otero -como paradigma de una supuesta tendencia de rechazo a la democracia "occidental"- un torcido juicio que, en todo caso y en la lógica del Sr.Tusell, podría haberse depositado en Busquets, como autor autoconfeso del "gauchista" párrafo, y no en el nombrado?
Como miembros de la UMD participantes en aquellos sucesos, nos parece importante y necesario el esclarecimiento de esa parcela de la memoria histórica de nuestra reciente transición política, memoria de la que se han adueñado por completo determinados dispensadores y árbitros de la "verdadera" democracia. Rechazamos, pues, de pleno los dos referidos escritos de D.Javier Tusell por la absoluta falta de rigor y fundamento con que en ellos se ha lesionado el patrimonio moral de la UMD en la persona de Luis Otero, lo que nos parece sumamente preocupante dada la calificación de historiador que ostenta el Sr. Tusell.
Por otra parte, no podemos soslayar alguna referencia al libro de Julio Busquets que ha servido de pretexto para tan infundados y lesivos comentarios. Presentado con el subtítulo de Memorias de un fundador de la UMD y diputado socialista. Un testimonio inédito y valiente del papel clave jugado por la UMD, este libro es, sin duda, una aportación importante a la bibliografía sobre la transición política y militar española, dada la doble condición de Busquets expresada en ese subtítulo.
Sin embargo, creemos que la "memoria" del autor se revela en exceso selectiva: muy desarrollada para determinadas cuestiones y nula para otras, lo que provee al libro -que se pretende casi histórico- de una cota elevada de subjetivismo, sin duda inevitable pero también limitativa de una mirada más comprensiva sobre una organización formada por unos centenares de personas que actuaban en la clandestinidad y en un ámbito geográfico amplio. Los protagonismos, intenciones y resultados de las diversas acciones relatadas resultan, en consecuencia, en ocasiones al menos discutibles.
Creemos, por tanto, que este libro, como cualquier otro que pudiera escribirse, no debe ser tenido como "memoria" única y excluyente de aquel episodio de nuestra historia reciente y, mucho menos, erigirse en instrumento para mitificar o descalificar a nadie, aun cuando se utilizara un método algo más riguroso que el empleado por el Sr.Tusell.
Querríamos ahora, además, poner de manifiesto algunos "principios" que rigieron la no muy larga vida de la UMD y que pensamos pueden ser aceptados como tales por el resto de nuestros antiguos compañeros en aquella organización. En primer lugar, recordar que las convicciones, objetivos y métodos democráticos de la UMD quedaron recogidos en sus documentos y reflejados nítidamente en las reacciones de sus miembros ante las persecuciones sufridas -arrestos, procesos, expulsiones, marginaciones en ascensos y destinos, etc.- y las actuaciones de todo tipo de los mismos. Y, todo ello, por encima, muy por encima, de las lógicas y normales discusiones, errores o desfallecimientos que pueda narrar Busquets u otros, con mejor memoria incluso.
El ideario democrático de la UMD era simple y diáfano: restablecimiento pleno de los derechos del hombre y de las libertades democráticas, amnistía para los castigados durante la dictadura por causas políticas, redistribución justa de la riqueza, derechos sindicales y laborales para todos los trabajadores, organización territorial autonómica, lucha contra la corrupción económica y política, convocatoria de una Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal para elaborar una Constitución que permitiera a España integrarse en Europa y reforma de las Fuerzas Armadas en sus fines y su organización, en la justicia y los derechos para sus miembros.
Este ideario fue el que suscitó las iras de los poderes franquistas contra la UMD. Su cumplimiento quedó obviamente fuera de nuestro alcance, pues entendimos siempre que era responsabilidad exclusiva del pueblo soberano, representado por los parlamentarios democráticamente elegidos al comienzo de la transición; por ello nos autodisolvimos, con debate, por supuesto, pero sin fisuras ni irredentismos ante aquella decisión.
Cada uno de nosotros eligió libre e individualmente su camino desde entonces. Algunos -Busquets y Sanjuán- habían optado legítimamente por participar en la política activa como parlamentarios. Otros, la mayoría, continuaron su carrera militar, aunque en todos los casos la han visto truncada por una clara marginación institucional, lo que ha acabado llevándoles a actividades civiles. Los expulsados en consejos de guerra esperaron, trabajando como civiles, una rehabilitación profesional que sólo llegó, incompleta, en 1987. Entre los dedicados al trabajo civil se han ejercido las más diversas profesiones: el periodismo, la enseñanza, actividades empresariales, servicios municipales... La amistad surgida en los tiempos difíciles y el interés común por la vida social y política de nuestro entorno, durante este ya largo periodo de tiempo, han contribuido a mantener entre nosotros un contacto informal, por desgracia cada vez más esporádico y, también, tristemente, la muerte nos ha acompañado y varios de nuestros compañeros desaparecieron para siempre.
El ideario de la UMD nos exigía a sus miembros repudiar protagonismos y no aceptar ningún tipo de recompensa ni prebenda por las acciones realizadas en pro de la democracia para nuestro país. Creemos haber cumplido con esta exigencia y si ahora emitimos esta pequeña llamada a la atención pública no es para pedir ningún recuerdo ni premio tardío, sino para reclamar algo aparentemente muy sencillo y que debía ser común a toda memoria histórica: rigor en el análisis de los hechos, honestidad en el juicio de conductas, denuncia clara de lo denunciable y respeto a lo respetable.
(*) José Fortes y los también firmantes de este artículo Antonio Manzanedo, Jesús Martín Consuegra, Luis Otero y Fernando Reinlein son antiguos miembros de la Unión Militar Democrática.
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