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Contrabando de tabaco en canoa

Habitualmente, las cajas con los cartones de rubio americano llegaban a Canadá ocultas en dobles fondos de camiones pequeños o camufladas en canoas de aspecto frágil. Durante el invierno, cuando buena parte de la frontera está cubierta de nieve, el contrabando requería una técnica más depurada: los alijos se introducían escondidos en pequeños contenedores sujetos a unos esquís y anclados a las más modernas motonieves. De una manera o de otra, a los indios akwesasne ni les cuesta ningún trabajo ni les supone ningún riesgo emplear su reserva Mohawk como embudo para el contrabando de tabaco desde EE UU hasta Canadá; en la región, todo el mundo sabe que con ello sustentan las necesidades de la tribu.Ahora, el Gobierno de Canadá quiere que algunas compañías tabacaleras estadounidenses le devuelvan 1.000 millones de dólares (164.000 millones de pesetas) perdidos por culpa del mercado negro. Acusa a los fabricantes de haber sido ellos los que han creado las redes de contrabando que han inundado el país con rubio americano libre de impuestos.

La demanda que ha presentado el Gobierno de Canadá convierte a los directivos de la compañía R. J. Reynolds en mafiosos de fin de siglo. Los abogados del Gobierno aseguran que pueden demostrar cómo este fabricante de tabaco ha creado una red de empresas que actúan como tapadera para el negocio del contrabando. Paradójicamente, los paquetes de tabaco de contrabando que llegan a Canadá se han fabricado en las plantas que la R. J. Reynolds tiene en este país; sin embargo, el producto se enviaba a supuestos distribuidores de EEUU y Puerto Rico que, mediante una complicada trama de arquitectura empresarial fraudulenta, hacían desaparecer las cajas con millones de cigarrillos. A salvo de la mirada del fisco canadiense o estadounidense, el tabaco se introducía de nuevo en Canadá a través de la frontera, con el sigilo que garantizan los indios de la reserva akwesasne, que son infalibles como correo en la zona que separa Quebec y Ontario del Estado de Nueva York.

En la demanda hay una acusación todavía más tramposa contra R. J. Reynolds: aseguran que sus directivos infiltraron a contactos en asociaciones empresariales y sindicatos para que extendieran rumores sobre la supuesta existencia de una red de crimen organizado dedicada al contrabando de tabaco. Ahora, Canadá asegura que ellos -los direc-tivos- son los que han construido esta trama fraudulenta.

En parte, lo han conseguido. En 1992, el 20% de los cigarrillos que se consumían en Canadá se compraba en el mercado negro. En ese momento, según el Gobierno de este país, se montó la red de contrabando. Dos años después, el tabaco de contrabando ya representaba el 40% del total consumido y -sorpresa- la cuota de mercado de los Camel y los Winston que fabrica R. J. Reynolds subió de un 12% a un 20%. Este aumento hizo que el Gobierno de Canadá se viera obligado a reducir los impuestos del tabaco a un mínimo histórico para tratar de retomar el control del mercado.

Las acusaciones y la indemnización multimillonaria ya están en los tribunales, presentadas por los ministros de Hacienda, Sanidad y Justicia de Canadá. Sobra decir que R. J. Reynolds lo niega todo con la rotundidad que le permite la práctica adquirida en las demandas de los últimos años.

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