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Reportaje:

Zig-zag, la Bomba, victoria

La extraordinaria canasta de Juan Carlos Navarro que dio la victoria al Barcelona en Fuenlabrada

Carlos Arribas

¿De qué material están hechos los grandes? ¿Por qué no de la carne y el hueso envejecidos 19 años que conforman los 190 centímetros de Juan Carlos Navarro? ¿Cómo forjan su personalidad? Algunas razones para el sí. Algunos ejemplos.Antecedentes. 23 de octubre, el Barça de baloncesto, equipo del que Navarro es base, va perdiendo por 67-66 en la cancha del Gran Canaria. Apenas queda tiempo para una jugada. Tiempo muerto. Navarro levanta un dedo y dice: aquí estoy yo. Coge la pelota, avanza hacia la canasta contraria y cuando va a lanzar el tiro ganador sufre una falta personal. Desastre: falla los dos tiros libres. El Barça pierde.

Repetición de la jugada. 5 de diciembre, o sea, el domingo pasado. Fuenlabrada. Partido de baloncesto. Kornegay, jugador americano del equipo madrileño, convierte un 2+1. 67-66. Se repiten los números y las circustancias. El Barça pierde. Los seis segundos que quedan de partido parpadean en el marcador electrónico. Una jugada, y deprisa. Tiempo muerto. Aíto García Reneses, el veterano técnico del Barcelona, mira al vacío. "Pues la cogen Goldwire o Navarro y avanzan y hacen una entrada por el centro y entonces tiran o pasan". No señala a nadie. Tampoco a Navarro.

Le gusta a Aíto cortarle la cresta en público a Navarro. Echar agua fría al caldero de elogios que no para de hervir desde que Navarro, Gasol, Raúl López y más jovencitos descarados condujeran a España a ganar el Mundial juvenil. "A Juan Carlos le queda mucho por aprender", repite a menudo el inteligente técnico azulgrana.

Juan Carlos es listo. Sabe que la indirecta va por él. Navarro es grande. Sabe que si no da él el paso adelante no lo da nadie. Sale el equipo a la cancha. Aquí estoy yo, dice el chaval de Sant Feliu de Llobregat más conocido como La Bomba en el mundo del baloncesto hispano. Se acerca a la línea de sauqe, debajo de su canasta y coge el balón. El objetivo está 28 metros más allá. La otra canasta. Protegida por cinco jugadores. Juan Carlos Navarro no tiene miedo. Seis segundos, 28 metros, 15 zancadas, cinco metros y medio por segundo, 20 kilómetros por hora, corriendo y botando. Un cambio de ritmo y fuera el primer defensor, que no quiere hacerle personal; un hueco increíble entre otros dos rivales, ya en campo enemigo; eslalon, zig-zag, le abren la puerta. Prohibido tocarle, parece ser la consigna del Fuenlabrada. La bombilla. El objetivo, muy cerca. Sólo un enemigo protege la canasta. Una finta. Casi media vuelta. Ya estamos debajo del aro. En la vertical casi de los flecos. Casi de espaldas. hay que soltar el balón, casi en vaselina. Soltarlo y rezar. Boom. Canasta. Victoria.

Flemático Aíto. "Me alegro por Juan Carlos, porque en otra ocasión intentó la misma jugada y no le salió. Está bien. Ha tenido el valor de intentarlo de nuevo", comenta tras el partido el entrenador de los azulgrana.

Tranquilo Navarro. "Había que decidir. Quedaban sólo seis segundos y algo había que hacer. Así que cogí el balón y me fui hacia la canasta rival. Ante el Gran canaria también asumí la responsabilidad y fallé, pero en esta ocasión no ha sucedido. El deporte es así", dijo el jugador como explicación final.

¿De qué pasta, pues, están hechos los grandes? Oigan a Lolo Sainz, seleccionador nacional: "el equipo español se prepara para un proceso de renovación del que formarán parte los bases Navarro y Raúl López".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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