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Estados Unidos eliminará las barreras impuestas a los bancos en 1929

El sector bancario y financiero de Estados Unidos registrará una expansión sin precedentes tras el acuerdo alcanzado por la Casa Blanca y el Congreso para eliminar las barreras impuestas tras el crash de 1929. La materialización en forma de ley de ese acuerdo permitirá a los bancos operar en los mercados de valores y el negocio de los seguros, lo que tenían prohibido desde el comienzo de la Gran Depresión, hace siete décadas.

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La desregulación pactada por la Casa Blanca del demócrata Bill Clinton y la mayoría republicana del Congreso facilitará asimismo las fusiones de entidades bancarias y la creación de gigantes financieros.Como respuesta al hundimiento de Wall Street en 1929 y la Gran Depresión, la llamada ley Glass-Steagall impuso una separación entre las entidades bancarias, que no podían obtener más del 10% de sus ingresos en el mercado de valores, y el mundo de los agentes de seguros y bolsa. El pasado año, la fusión entre Citibank y Travelers, que creo Citigroup, tuvo que deshacerse de buena parte de sus operaciones financieras para no contravenir esas limitaciones.

La desregulación puede inyectar ahora enormes energías en los mercados financieros norteamericanos, según los analistas. Y será, sin duda, bien recibida por Wall Street, el mercado bursátil neoyorquino, empujado al alza a lo largo de toda esta década por una serie de fenómenos vigorosos. Uno de ellos, la masificación del juego en bolsa, acaba de ser cuantificado por un estudio de Securitys Industry Association e Investment Company Institute.

Sin miedo a la inflación

Ni los leves signos de repunte de la inflación en Estados Unidos, ni la posibilidad de que la Reserva Federal haya entrado en un ciclo de subida moderada de los tipos de interés, ni el enorme déficit comercial de la primera potencia económica del planeta, ni el endeudamiento general del país y los particulares, han conseguido todavía que Wall Street sufran una caída como la del otoño de 1987.

La incorporación masiva de los norteamericanos al juego en bolsa es, según ese estudio, una de las grandes razones del persistente vigor del índice Dow Jones en los noventa.

Un 48,1% de los estadounidenses adultos es propietario ahora de acciones bursátiles. Tener invertido dinero en Wall Street no es en Estados Unidos cosa de ricos y clases medias altas, sino algo corriente. Casi la mitad de la población adulta, según el estudio de, dispone de su paquete de acciones.

El fenómeno ha ganado velocidad en este final de década, siendo unas de las razones de que Wall Street, por emplear su argot, siga comportándose como un "toro" y, aunque los sustos sean cada vez más frecuentes, no hay entrado todavía en el comportamiento depresivo del "oso".

Entre 1995 y 1999, el porcentaje de norteamericanos adultos con activos bursátiles subió del 41% al 48%, lo que supone una cifra absoluta de casi 80 millones de personas. Esos datos suponen un incremento del 85% respecto a la participación en bolsa de 1983, el año en que, bajo la presidencia de Ronald Reagan, comenzó el boom de Wall Street que, con Bill Clinton, ha abatido a velocidad vertiginosa todos los récord de cotizaciones del Dow Jones, hasta situarlo por encima de los 10.000 puntos.

Esta permanente incorporación de jugadores es, según los analistas, un factor decisivo en la rápida superación de todas las depresiones que noticias como el repunte de la inflación, el déficit comercial o, la pasada semana, las malas previsiones de IBM, pueden producir en Wall Street. Los norteamericanos ven que las ganancias en bolsa son muy superiores a cualquier otra y quieren participar de su trozo del pastel.

Uno de los mecanismos que han facilitado esta masificación de los jugadores son las cuentas de jubilación, llamadas cuentas 401K, que permiten la inversión en acciones.

Muchas empresas norteamericanas descuentan sistemáticamente a sus empleados una porción de sus ingresos salariales para depositarla en estas cuentas de jubilación. En otros casos, los no profesionales colocan directamente aportaciones en fondos de inversiones clásicos.

Ahora, según el mencionado estudio, el inversor medio estadounidense en bolsa es un trabajador de 47 años, con un ingreso anual de 60.000 dólares, unos 9 millones de pesetas, y unos 85.000 dólares en inversiones, unos 12,7 millones de pesetas. Dos tercios de esos inversores modestos piensan a largo plazo y quieren conservar sus activos para su jubilación.

Ello hace que sean poco sensibles a los humores depresivos del momento en Wall Street y opten por conservar o incrementar sus activos.

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