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En vísperas de elecciones, los medios de información, a los que García Calvo llama muy sensatamente medios de formación, están atribulados. Me refiero a los medios audiovisuales del poder, o sea, los de Aznar y Pujol, socios mucho más siameses de lo que aparentan. Es el momento adecuado para ver qué modelo de ciudadano ideal sueñan los dos poderosos presidentes de España.Cuando Aznar decidió convertir la Telefónica en un negocio privado, nadie sospechó que en lugar de buscar el bienestar de los españoles lo que pretendía era montarse gratis un tinglado audiovisual para uso privado. ¡Somos de un cándido! Pero en Cataluña sucede lo complementario, son los medios nacionalizados los que están estupendos. Pujol y sus innumerables empleados trabajan sin descanso.

"¡Farreres!, a TV-3". Farreres protesta, "¡ya he ido tres veces esta semana, que vaya Mas!". Pero Mas ha salido en ocho programas y ya no sabe qué decir como no sea que se le ha muerto el canario. Mientras tanto, Maragall ha sido eliminado del mapa político junto con todo aquello que puede hacerle sombra al Padre. En el más puro estilo Enciclopedia Soviética, excelentes y honradísimos profesionales se dedican a borrar de la fotografía todo lo que incomode al Padre. Y como ni Maragall ni otros pretendientes aparecen en las pantallas, radios y diarios nacionales, no pueden decir burradas y van ganando votos.

Es muy sintomático que para los políticos poderosos, con escasísimas excepciones, el modelo ideal de información pagada por todos los ciudadanos sea el No-Do, El Alcázar y, para variar, Arriba. Los presidentes consideran que los ciudadanos (y es posible que acierten) son niños en un jardín de recreo. Es peligroso mostrarles una "realidad plural", como ellos la llaman. Prefieren que sea todo muy simple, de una dimensión, sin contraluces que puedan marear a los pobres votantes, los cuales bastante tienen con adivinar cada mañana quiénes son cuando se cepillan los dientes. Así es el modelo de ciudadano que desean formar los presidentes: puros súbditos acéfalos.

Estos poderosos funcionarios olvidan que, en buena medida, fueron sus propios medios de información los que hicieron de Franco una de las figuras más patéticas y odiadas de este siglo. No saben con lo que están jugando.