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'Invitada' a abortar en el Ejército

Una militar del Reino Unido interrumpió dos embarazos ante las presiones de sus superiores

Isabel Ferrer

, La obediencia a sus superiores fue demasiado lejos en el caso de Nina Middlemass, de 27 años, cabo del Ejército de Tierra del Reino Unido. La militar acaba de demandar a las Fuerzas Armadas por ser inducida a someterse a dos abortos consecutivos, en 1991 y en 1993, para conservar su plaza de radiotelegrafista en el cuerpo de Transmisiones de los Royal Signals. Según ella, que prefirió tener a su hija Kara, cuando se quedó de nuevo embarazada en 1995 nadie le habló de permisos de maternidad. Al contrario, el médico de su unidad le aconsejó en ambas ocasiones que interrumpiera la gestación si pretendía conservar su puesto. Los abogados de la cabo han acusado al Ejército de discriminación sexual, y el Ministerio de Defensa se prepara para una indemnización millonaria.Nina Middlemass acudió por vez primera al médico en 1991. Apenas había cumplido 20 años y llevaba 10 meses en el Ejército. Ni ella ni su novio, con el que luego contraería matrimonio, habían planeado ser padres. Sin saber qué hacer, acudió al médico de su base. "Yo no quería abandonar una carrera que empezaba a despegar, pero él no me dio más opción. Quedó muy claro que, de seguir adelante con el bebé, tendría que dejar el servicio", ha recordado ahora ante el tribunal que examina el caso. En junio de 1993, y en trámites de separación de su marido, descubrió que esperaba otro hijo. A pesar de que las normas del Ejército británico son muy claras a este respecto y los permisos de maternidad son de rigor, sus superiores mostraron el mismo rechazo. "En el curso de una reunión me recordaron que sería una madre soltera sin recursos económicos. Una vez más, mi única salida era el aborto", asegura.

Paul Cape, su abogado, ha dejado hablar a su cliente en el primer día de juicio porque cree que su testimonio demuestra "lo enraizadas que están en el Ejército algunas costumbres tan detestables como la discriminación". Cuando en 1995 la cabo Middlemass tuvo por fin a su única hija, el regreso al trabajo estuvo lejos de resultar placentero. El mismo día de su reincorporación fue insultada por sus colegas. "Mis superiores, que tenían la obligación de protegerme, se burlaron de mí", ha dicho ante los jueces.

La primera revisión médica después del parto tampoco fue demasiado agradable. Habían pasado pocos días y aún estaba dando de mamar a la pequeña Kara. "Me examinaron de cualquier manera y, diez semanas después, fui destacada a Bosnia, donde las marchas a campo través superaban los 10 kilómetros". Con el peso ganado durante la gestación y la niña lejos, tuvo los primeros síntomas de una depresión. Según ella, sus superiores desoyeron sus quejas. "Se me dijo que buscaba una excusa para ser eximida del servicio".

El caso de la soldado, que continúa en su puesto de radiotelegrafista, promete desvelar varios de los aspectos menos amables de la vida en los regimientos del Ejército británico. Incluye, además, un componente doloroso para ambas partes. Nina Middlemass es la biznieta de Francis Miles, condecorado con la Cruz de la Victoria durante la I Guerra Mundial. Su valeroso antepasado tomó en solitario un puesto de ametralladoras alemanas. Su nombre figura hoy en uno de los grupos de barracones de la base de Garrison, la más grande del país.

Se da también la circunstancia de que los padres de la cabo están en el servicio activo, algo que le valió algunas envidias al principio. Middlemass ha reconocido que algunos de sus colegas se resintieron de su entusiasmo durante la etapa de instrucción. Según sus superiores, la realidad es bien distinta. Era una "sabionda que abrumaba al resto con su pasado familiar", y recibió por ello la correspondiente advertencia. La verdad sobre este punto se sabrá durante el juicio, que durará por lo menos tres semanas. El Ejército no quiere dejar cabos sueltos, y entre los testigos que piensa llamar a declarar hay varios oficiales hoy destacados en el extranjero. Para el Ministerio de Defensa británico, el caso se suma a una larga lista de 5.000 demandas interpuestas por mujeres soldado por discriminación, que le han costado ya más de 13.000 millones de pesetas en los últimos cinco años. El acoso sexual, otro de los argumentos aducidos, presentaba en la mayoría rasgos similares. A los gestos y palabras obscenas solían unirse burlonas amenazas de violación de las reclutas por parte de sus compañeros. Un sombrío panorama que contrasta con el ideal de la igualdad de oportunidades proclamado desde Defensa.

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