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Tribuna
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Un Barça de excesos descuidó la goleada

Luis Gómez

Al Barcelona le faltó sentido político y en ese punto merece reproche de su gente. Impuso su juego sin permitir objecciones de la otra parte, obró con fluidez, se manifestó con superioridad numérica en todas las parcelas, y dibujó con elegancia casi todos sus acercamientos al área. Vivió una tarde de excesos, que no supo trasladar al marcador. Las condiciones demandaban un 5-0, un resultado que deja secuela y queda en las hemerotecas. Un marcador que no se produjo. De ahí el reproche. De ahí su falta de intención política, el único detalle que descuidó. Es posible que el Barcelona se encontrara con un suceso imprevisto, dado que pudo establecer una superioridad indiscutible desde el nacimiento del partido. El primer gol de Luis Enrique llegó más como una consecuencia que como una acción aleatoria. ¡Y habían transcurrido cinco minutos!

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Luego, la expulsión de Roberto Carlos se interpretó más como la constatación de que el resultado del partido no admitiría réplica, que como un suceso que podía producir alteraciones en el equilibrio del partido. Porque no existía tal, a la vista de que Sanchis no lograba identificar a Luis Enrique en el centro del campo, de que Jarni confundía sus prioridades (¿Ronald de Boer o Figo?) o Seedorf trataba de explicarse cómo por su banda podían dialogar con tanta claridad Rivaldo, Cocú o Sergi. El Madrid había planteado el partido a expensas del Barcelona, pero el Barcelona le resultaba grande. Y el Madrid no debía tener la entidad que había imaginado Van Gaal en su cuaderno de notas.

Fue así como el Barcelona perdió cierto sentido colectivo y, finalmente, todo el sentido político. A la vista de tanta facilidad entró en una larga fase de empacho ofensivo donde confundió productividad con rentabilidad. Se explica porque maniobró sin intensidad: no le apretaba el estado de necesidad. Tuvo tiempo para elaborar la jugada, perdió trascendencia alcanzar el área y se dispusieron de numerosas ocasiones en las que un jugador podía finalizar con varias cartas en la baraja. Faltó tensión y la paciencia necesaria para elegir la mejor opción. Se tendió al individualismo (opción A) o a la complejidad (opción C). Al Barça se le fue de foco la goleada.

Pero el tamaño de la superioridad azulgrana no dejará de tener sus consecuencias. Fue una actuación coherente y armoniosa, demostradora de que estamos ante un equipo en el inicio de un ciclo, un equipo que ha encontrado una forma de decir las cosas y los actores necesarios para interpretarlas con rigor.

Es lo contrario de su rival, que aceptó impotente su inferioridad y no fue siquiera capaz de hacer un trabajo profesional. Si algo explica el desequilibrio, es cómo uno parece que ha encontrado un proyecto y cómo el otro anuncia final de ciclo. Ésa debe ser la lectura madridista, no importa que el Barcelona descuidara el lado político del resultado.

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