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El buen hacer del académico

JOSU BILBAO FULLAONDO Este último año ha sido enormemente prolífico en la publicación de libros fotográficos sobre aspectos de Bilbao. Tampoco han faltado, con criterios más generales, los que han abordado el País Vasco en su conjunto. Dentro de estos últimos interesa destacar Euskal Herria. Gaur, publicado por la Caja Laboral. Es un trabajo que no puede pasar desapercibido por su propio interés y por el prestigio de sus autores, hombres reconocidos nacional e internacionalmente: el escritor Bernardo Atxaga y el fotógrafo Alberto Schommer. Nos ofrecen temas que discurren por los cauces más variopintos de la cultura vasca. Matizan sobre el espacio que ocupa Euskal Herria en el universo. Temas con grandes dosis de introspección que se acoplan con finura a una tremenda colección fotográfica que en su aparente sencillez sacude el alma de los afectos. Hablar de Alberto Schommer (Vitoria, 1928) es recordar a su padre o incluso a su tío abuelo Willy Koch, que desde su estudio en San Sebastián se convirtió en pionero de toda una saga de excelentes fotógrafos. Además de lo que pudo aprender en el entorno familiar, Alberto estudió en Colonia y completó sus conocimientos fotográficos en París. Sus exposiciones son innumerables. Pocos son los países donde no hayan surgido galerías ofreciendo espacio para colgar su obra. Sus más de 30 libros son ejemplo de un autor al que no se le puede encuadrar en una sola tendencia. Si algo hay que destacar en su manera de hacer es que supo romper con la estética inmovilista que se mecía a placer durante la dictadura franquista. Desde 1969 podemos recordar sus Retratos psicológicos, caras y figuras para la historia; luego vino la serie Máscaras y actitudes, donde los protagonistas escapaban de su propia referencia y se sumergían en el territorio de la metafísica. Ahora, sus últimos trabajos los denomina cascografías. Una forma de instalación, de escultura fotográfica, en base a uno o varios retratos cuyos soportes, se superponen verticalmente entre ellos dejando espacios abiertos a la auscultación visual. Su brillante trayectoria le ha llevado a ocupar uno de los sillones de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; es el único fotógrafo que hasta el momento ha merecido este honor. Llegado a este punto sigue en la defensa y promoción de lo que es su arte y oficio. "Este currante de la foto", como gusta llamarse, trata de llevar a buen puerto la idea del tan añorado Centro Nacional de la Fotografía. Un proyecto que también debiera promocionarse en nuestra comunidad autónoma. Su último libro lo conforman imágenes en blanco y negro que se mezclan con otras menos numerosas en color. Es un trajín de vistas, retratos y situaciones que palpan con detalle el ser y la vida de una tierra. Del campo a la ciudad. De la montaña al mar. De Bilbao a Biarritz. Los motivos son diversos y en ocasiones contrapuestos en la maqueta de las páginas. La Tamborrada de San Sebastián junto a una escultura de Nagel funde de seguido con un encierro en San Fermín. Como una tromba, las imágenes se suceden dislocadas las unas de las otras. A la basílica de la Virgen de Begoña se la contrapone una red amontonada junto a la regala del barco. Jazz en Vitoria y remeros en la Ría. El tronco de un haya y los apóstoles de Oteiza. Todos ellos, detalles para un conjunto. El contraste de estos contenidos marca un ritmo trepidante cargado de alegría y connotaciones positivas. La pujanza de esta pertinaz deriva es capaz de llevarnos en su recorrido imaginario a una u otra esquina del país. Son puntos de vista muy personales donde, según palabras del propio autor, "la mirada busca lugares donde el arte ya no se refugia, sino que surge poderoso hacia fuera, conformando formas de vanguardia, colores, imágenes de un país que se desarrolla para todos los que confían en él". Una forma original de ver la patria chica mientras su colección antológica recorre las salas más distinguidas de España y él aguarda que algún día le concedan un galardón merecido: el Premio Nacional de Fotografía.

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