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Tribuna
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No pares, Figo, Figo

El portugués se ha convertido en el futbolista universal del Barça

Ramon Besa

Frente al egoísmo de Rivaldo, ante el protagonismo de los De Boer y como contrapunto a la capacidad reivindicativa de la cantera, en el Barça se impone el altruismo de Figo, un valor seguro, con independencia del momento de juego del equipo, de la escala salarial de la plantilla -es el noveno mejor pagado- y del estado anímico del club. Figo ha sido siempre un jugador universal. Privado de disputar el calcio por una duplicidad de contratos entre el Juventus y el Parma, jugó igual para Cruyff que para Robson, y hoy actúa de segundo capitán de Van Gaal. El suyo es un juego que se agradece por solidario, determinante y, sobre todo, por honesto.

No concibe disputa alguna que no tenga la pelota como litigio y, fuera de la cancha, prefiere el anonimato al escaparate, pese a ser partícipe de gustos reservados a los elegidos, como su querencia por los relojes y los coches deportivos, y estar casado con una modelo sueca, Helene Swedin, que le hará padre en abril. Todo cuanto rodea al fútbol forma parte de su intimidad.

A cambio juega desnudo, sin envoltorio, así que la hinchada le juzga a pelo. Tanto tienes, tanto vales. Nunca supo venderse y siempre aceptó un cierto vasallaje, incluso cuando por la lesión de Guardiola asumió el mando.Sobrevivió dignamente a la extinción del cruyffismo, supo estar a la sombra de Ronaldo y dejó que Rivaldo y Luis Enrique levantaran el doblete del curso pasado.

Tanto en la sequía como en la abundancia guardó la misma actitud. Incluso el pasado domingo, después de que el entrenador proclamara: "Hemos ganado, luego la razón está de mi parte", Figo fue incapaz de reclamar la paternidad de una victoria fraguada en tres jugadas suyas. "Yo no soy un crack", argumentó, "sino un jugador de equipo".

No ostentará sus goles cuando podría recordar el que le marcó al Betis en la final de Copa de 1997 o el que le metió en la Liga pasada al Madrid. Ni, habiendo juntado la Liga y otra vez la Copa, lucirá los títulos que ha reunido. Y, mucho menos, exhibirá su currículo, encabezado por el Mundial sub20 conquistado en 1991 con aquel equipo en el que formaba con Rui Costa, João Pinto, José Costa y Peixe.

El suyo es un discurso muy portugués, presa del fado y de su porte resignado, actitud que le lleva a parecer un aburrido y veterano cuando sólo tiene 26 años. Más que su productividad -tres goles- y solidaridad -11 asistencias-, le recriminan su aspecto, esta tendencia a doblar el espinazo, como si fuera un jorobado; su costumbre de caerse, sin reparar que también se levanta; y su insistencia en un regate barroco y, sin embargo, disuasorio. Extinguidos los extremos, Figo es de los pocos volantes -siempre dispuestos a recogerse en lugar de abrir el campo- que tira hasta el banderín de córner, sea el derecho o el izquierdo, hasta poner la pelota para la llegada indistinta de los volantes o del ariete. Busca el uno contra uno, desborda por dentro y por fuera, centra bien y se ofrece hora y media por todos los sectores del campo. Hacendoso por naturaleza, rentable como ningún otro fichaje -costó 350 millones de pesetas-, integrado más que cualquier vasco u holandés, ni se esconde ni se lesiona, sino que siempre está a punto. No hay otra señal mejor para saber del peso de un futbolista en un equipo que su impacto entre la hinchada, y hoy aún resuenan en la ahora muda grada jove del Camp Nou los cánticos: "No pares, Figo Figo".

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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