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Abuelo

DE PASADAEl día que se casó su nieto, un inquilino de Dueñas preguntaba con sorna aristocratizante: "¿Es tan trianero el novio como dice su madre?". El novio es tan trianero como lo fue su abuelo. El trianerismo de Antonio Ordóñez no viene tanto de haber sido hermano mayor de la Esperanza de Triana como de su magnetismo taurino. Si negros augurios presagiaran un segundo diluvio, los zapateros se congregarían en Elda; los archiveros, en Simancas; los marroquineros, en Ubrique; los panaderos, en Alcalá de Guadaira; los almadraberos, en Barbate. ¿Y los toreros? La Arcadia del toreo está en Triana. Han salido fotos de Ordóñez con Hemingway y con Orson Welles. Debajo del pedestal, hay otra imagen del mito. La foto es de Arjona, una página del semanario taurino ¡Oiga! en la que se ve a ocho zagales llevando a hombros en la Maestranza a Ordóñez: en una mano, la montera; en la otra, el capote. Detrás, en imagen difusa, todo el tendido en pie. Son ocho torerillos de Triana que entraban al último toro. Uno de los ocho palafreneros de la gloria, el más bisoño, es Franco Cardeño, el torero de Triana que en abril del año pasado volvió a nacer en la Maestranza. Ha abierto una bodeguita que lleva el nombre de Portagayola, que en su fuero interno es un harakiri que nunca probó Mishima. A la entrada está la cabeza de Hocicón, el toro que estuvo a punto de matarlo aquella tarde. Tapada por el árbol de Navidad está enmarcada la salida por la puerta del Príncipe de Ordóñez. Dan ganas de saber cosas de los ocho costaleros de ese cristo laico que jugarían al toro como lo hacía Juan Belmonte en esa Triana de aguaduchos con aquellos amigos con los que fue a cazar leones a la selva africana, aunque no pasaran de Bellavista. Entiendo el dolor de Rivera Ordóñez. Mi abuelo Andrés murió el día de Navidad de hace dos años. Vio la espantá de Cagancho en Almagro. Era panadero y tuvo sus contactos con la literatura y el cine: tenía un libro dedicado de Bergamín; hizo de extra en una versión rusa del Quijote. La última vez que lo vi en Sevilla yo acababa de terminar la lectura de Un bel morir, novela de Álvaro Mutis cuyo título está en un verso de Petrarca. Mi abuelo era del batallón Dimitrov y tenía alma de torero. Cuando venía a Sevilla, se quedaba en Triana, Arcadia de los toreros.

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