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El misterio del segundo cerebro

Un informe revela que se manipularon algunos datos de la autopsia de John F. Kennedy

Otra vez se ha advertido algo que no cuadra en la autopsia de John F. Kennedy. Y esta vez los detalles son tan alarmantes como escabrosos. Un informe de la Assassinations Records Review Board, la agencia independiente que hasta ahora recopilaba datos sobre el magnicidio de 1963, indica que en la autopsia de Kennedy hubo dos cerebros: el primero y auténtico, el recogido in situ y hecho jirones por el impacto de una bala con entrada frontal. El segundo, fotografiado en el hospital de Bethesda (Washington) después de que el cadáver fuera trasladado allí en avión, apenas parece dañado y refleja una herida de bala por detrás.Este último órgano es el que ha quedado registrado en la historia oficial a través del informe de la Comisión Warren como prueba de que Kennedy sólo pudo haber sido asesinado por Lee Harvey Oswald, que le disparó por la espalda desde lo alto del depósito de libros de Dallas. Pero ahora la mencionada agencia dice que ese cerebro no es el de Kennedy.

El informe no va más allá, no habla directamente de conspiración ni da la razón a Oliver Stone, que en su película JFK mantenía esta prueba como uno de los pilares de la supuesta conjura. El cineasta se estará relamiendo de gusto, precisamente ahora que la cadena de televisión ABC le ha retirado el apoyo para rodar un telefilme también basado en la teoría de la conspiración en el accidente del vuelo 800 de la TWA, ocurrido en 1996.

La polémica sobre la autopsia de Kennedy no es nueva, y hasta ahora se ha intentado explicar diciendo que tanto el cerebro como el cadáver del presidente fueron reconstruidos estéticamente para el funeral y por órdenes de su familia. El secretismo que rodea a la necropsia se debió en parte al expreso deseo de privacidad de su viuda.

Douglas Horne, presidente de esta agencia investigadora, sí se atreve a declarar a The Washington Post que está seguro "en un 90% o 95% de que las fotografías de los Archivos Nacionales no son del cerebro del presidente Kennedy. Y eso sólo puede significar una cosa: que hubo encubrimiento de la evidencia médica".

El atentado tuvo lugar el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, y quedó grabado en la memoria colectiva de la humanidad gracias a la película de 8 milímetros de Abraham Zapruder, en la que se ve cómo el cerebro de Kennedy se derrama hacia atrás en el momento del impacto de la bala. En el Hospital Parkland de Dallas, a donde el presidente fue trasladado en ese momento, el forense dictaminó que la entrada del proyectil había sido frontal y así lo comunicó a los reporteros. Pero el cadáver se trasladó entonces urgentemente a Washington, donde fue examinado por médicos del Ejército. Esta investigación posterior sirvió a la Comisión Warren para concluir que la bala asesina entró en la cabeza de Kennedy por detrás, lo cual hacía culpable a Oswald.

A lo largo de los años, los médicos de Bethesda han presentado varias contradicciones respecto a su examen del cadáver de Kennedy, hasta el punto de que no se sabe exactamente quién estuvo dónde en cada momento del reconocimiento. Francis O"Neill, un agente del FBI que presenció ambas autopsias, testificó el año pasado que en el cadáver "no quedaba mucho del cerebro", mientras que en la fotografía ahora disputada, que ha estado en los Archivos Nacionales hasta el lunes pasado, el encéfalo aparece completo. En el mismo sentido se ha pronunciado John Stringer, quien retrató la necropsia. Este fotógrafo afirma que las fotos que él disparó no son las que constan ahora en el registro oficial.

Pero todas estas alegaciones constituyen ya el canto del cisne de la Assassinations Records Review Board, que dejó de operar oficialmente el pasado mes de septiembre, cerrando 35 años de recopilación de datos.

La agencia no tiene ninguna conclusión sobre quién mató a Kennedy, ya que resolver el caso no fue nunca su mandato. En sus conclusiones finales, la agencia dijo que "no hay duda de que el Gobierno Federal puso bajo secreto y escondió de forma innecesaria y derrochadora incontables documentos importantes que no requerían ese tratamiento" y este secretismo "llevó al pueblo americano a creer que el Gobierno tenía algo que esconder".

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