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Juzgado por echar a la suegra de casa

Las relaciones entre yernos y suegras siempre han dado que hablar y en ocasiones han sido motivo de chistes más o menos ocurrentes en los que la mujer acostumbra salir mal parada. Ayer, sin embargo, en un juzgado de Barcelona afloró una de esas relaciones peculiares que derivó en unos hechos nada graciosos. La fiscal solicitó seis meses de prisión para un hombre al que acusa de un delito contra la integridad moral cometido contra su suegra por obligarla, hace dos años, a salir todos los días de casa entre las nueve de la mañana y las dos de tarde. Esa circunstancia se producía, según la acusación, cuando la anciana, que entonces tenía 83 años, se quedaba sola en el piso con su yerno y uno de los nietos, y no podía regresar hasta que no volvía a casa de trabajar otro de los nietos. El acusado, Jaime Villabriga Linares, de unos 55 años y que se encontraba en paro cuando ocurrieron los hechos, negó rotundamente las acusaciones. Igual que la anciana, Josefa B., que apenas se aguanta en pie y que explicó al juez que desea seguir viviendo con su hija y su yerno hasta que se muera porque la tratan muy bien. La esposa del acusado e hija de la anciana, Herminia C., quien en aquella época pasaba el día trabajando fuera de casa, también declaró a favor del hombre, y hasta los dos hijos. Por eso, la defensa solicitó la absolución por falta de pruebas e invocó el mismo argumento que el acusado y los testigos: la anciana salía de casa diariamente, pero lo hacía de manera voluntaria y durante un rato, nunca obligada. "Daba una vuelta, estaba un ratito cuando más caldeaba el sol y luego volvía. En invierno nunca salía de casa", relató el acusado. Sin embargo, en el juicio también declararon, a instancias de la fiscal, dos policías municipales de Sant Boi de Llobregat, el municipio donde ocurrieron los hechos, y los agentes ofrecieron una versión bastante diferente de la que presentó la familia. En bata y camisón Así, los policías explicaron que "un día que hacía mucho frío de principios de diciembre" patrullaban por la zona poco antes de las nueve de la mañana y les llamó la atención ver a una anciana con camisón y bata deambulando en un portal de los alrededores de la calle de Joan Paff, donde estaba el domicilio familiar. "Nos pareció raro, pero no le dimos importancia", relató un agente. Sin embargo, al día siguiente volvieron a ver a la mujer en las mismas condiciones y a la misma hora y entonces decidieron indagar. "Los vecinos nos dijeron que llevaba mucho tiempo ocurriendo eso porque el yerno la echaba de casa cuando se iba la hija", explicaron los policías. Una vecina fue incluso más allá y detalló que cuando a ella le tocaba fregar la escalera veía cómo el yerno le abría la puerta a la anciana y la echaba. "La mujer tenía mucho miedo y se puso muy nerviosa al vernos. Nos dijo que los vecinos la dejaban estar en los portales porque no podía ir todavía a su casa", relató el agente con carnet 181. Al final, los policías decidieron ir a hablar con el ahora acusado. "Me dijo que él estaba en su casa, que hacía lo que le daba la gana y que no tenía por qué cargar con el mochuelo", afirmó un agente para referirse a la acogida que les dispensó. Los policías explicaron también que "el hombre no entraba en razón y se mostró muy arisco". Lo mismo que piensan los vecinos y hasta la fiscal, quien en el escrito de acusación se refiere al "carácter muy agresivo del acusado". El mismo yerno, en un momento del juicio, explicó: "Yo no me hago con ningún vecino, no saludo a nadie y no conozco a nadie". Por eso, no es de extrañar que en la vista no declarase ningún vecino. La policía atendió sus peticiones de quedar en el anonimato para no tener que testificar contra el acusado por un caso que no deja de ser una cuestión familiar. Al final, tras hablar con los vecinos, el yerno y la suegra, los agentes redactaron un informe y advirtieron de lo ocurrido a los servicios sociales del Ayuntamiento de Sant Boi. Luego se inició el proceso judicial que desembocó en el juicio de ayer. "Estos hechos siempre han merecido un reproche social, pero también merecen un reproche penal", explicó la fiscal en la vista, celebrada en el Juzgado de lo Penal número 14 de Barcelona. En su opinión, el yerno trataba a la suegra "como si fuera un objeto, un mueble, un fardo" porque "molestaba en casa a ciertas horas y la sacaba [de su domicilio]". La fiscalía acusa al hombre de un delito recogido en el artículo 173 del Código Penal, que castiga con penas de seis meses a dos años a quien "infligiere a otra persona un trato degradante, menoscabando gravemente su integridad moral". Inicialmente, la acusación pública solicitaba un año de cárcel, pero al final lo redujo a seis meses al contar sólo con el testimonio acusatorio de los policías. "Nos hubiera gustado que viniesen aquí a declarar los vecinos, pero no ha podido ser", explicó la fiscal. Alternativamente, y por si el juez no apreciaba aquel delito por considerarlo excesivo, el fiscal pidió una multa de 20.000 pesetas por una falta contra las personas, que según el Código Penal cometen "los que dejaren de prestar asistencia o, en su caso, el auxilio que las circunstancias requieran a una persona de edad avanzada o discapacitada que se encuentre desvalida y dependa de sus cuidados". Según la fiscal, la anciana sufría en aquella época un "estado higiénico deplorable, precario y sucio", como consecuencia de la relación que tenía con su familia. La defensa, por el contrario, sostuvo que "es una persona mayor y, a menudo, dejada". También admitió que el yerno y el marido, que eran los que se quedaban con ella solos por la mañana, "no eran las personas más apropiadas para ayudarla a vestirse". "Situaciones de riesgo" La fiscal aseguró que, al ser expulsada de casa y deambular por la zona, la anciana se encontraba "innecesariamente en situaciones de riesgo", puesto que tiene muy mermados la vista y el oído. La defensa, sin embargo, aseguró que las facultades de la anciana son buenas, algo que quedó en entredicho al comprobar las dificultades que tuvo la mujer para entrar y salir de la sala de vistas, ayudada por la agente judicial. "Yo no sé por qué estoy aquí", se lamentó la mujer en un momento de su declaración y luego, como toda la familia, admitió que desde que fue la policía ya no sale de casa a pasear. Antes de que acabara el juicio, el acusado hizo uso del último turno de palabra que le permite la ley. "Ella está bien y tiene un arcón y una nevera llenos", relató al magistrado, para referirse de forma ilustrativa a que a la anciana no le faltan ropa ni comida.

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