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¿Nuevo maquillaje o cambio de fondo?

En el mundo encriptado y opaco del nacionalismo radical vasco no es tarea sencilla calibrar qué movimientos responden a maniobras de oportunidad y cuáles a transformaciones de fondo. Tras la imagen abrupta y belicosa de la anterior dirección de Herri Batasuna, cuyos errores de cálculo llevaron a sus componentes a prisión el pasado mes de diciembre, sorprendió el cambio de estilo y el nuevo tono de la Mesa Nacional encarnada por Arnaldo Otegi. Admiró tanto el contraste que algunos sectores del nacionalismo democrático se apresuraron a ver en esos indicios casi el final de una reconversión política, pasando por alto que estaban anunciados desde más de un año antes en el documento de KAS (el núcleo duro del MLNV) que abogaba por introducir "cintura política" en su estrategia.Si algo ha demostrado de diciembre a hoy la nueva Mesa Nacional ha sido cintura. Con apenas dos guiños sobrevalorados, y sin realizar ningún movimiento de calado, ha conseguido sacar a HB del agujero del aislamiento y sumir a los partidos democráticos en las más graves contradicciones. Mientras la Mesa de Ajuria Enea hace agua por varios costados, la cúpula del PNV -al menos doctrinalmente- se asoma a la tesis rupturista de la insuficiencia del marco estatutario y la cuestión de si hay que dialogar o no con HB se convierte en el eje del debate preelectoral en el País Vasco, orillando cualquier otra cuestión; incluso los contenidos de dicho diálogo. Entre tanto, ETA ha seguido asesinando a cargos electos del Partido Popular -el último, hace sólo mes y medio- y la algarada callejera arrasa bienes públicos y edificios los fines de semana. Sobresaliente.

No parece creíble que la dirección de HB se haya adentrado en este camino, que tan rentable le resulta, sin el permiso de ETA. De hecho, la recomendación de la "cintura política" para "hablar con el PNV o EA, o incluso con IU" vino, a través de KAS, de la propia organización terrorista. La incógnita, por tanto, está en si el cambio de marketing de la formación que representa Otegi es la manifestación superficial de la reflexión estratégica que ETA tiene pendiente desde los años setenta o si, por el contrario, encierra una hábil finta para recuperar aire y dividir a los partidos democráticos sin arriesgar apenas nada.

Gracias a la respetabilidad conseguida con el aval del PNV, la dirección de HB ha conjurado el peligro de una fuerte caída electoral. Más todavía, con el crédito conseguido a tan bajo precio se encuentra en disposición de recuperar a personalidades y sectores que se alejaron de su órbita por el perfil militarista que la coalición mostró hasta hace un año. Sin embargo, la clave sigue estando en manos de ETA y consiste en saber si la organización, siguiendo la estela del IRA en Irlanda del Norte, ha comenzado a cuestionarse sincera y definitivamente el sentido y utilidad de la lucha armada, el núcleo de su propia existencia. Para despejar esa incógnita en un sentido u otro habrá que esperar a que sea ETA la que hable. Con los hechos más que con las palabras.

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