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La Sinfónica de Sevilla se presenta en la sala Culturgest de Lisboa con éxito

Hacía ya algun tiempo desde la última gira de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS). Este año, incluso, la gira prevista tuvo que ser, finalmente, anulada. Quizá por eso, la actuación -y el éxito- que la Sinfónica de Sevilla acaba de obtener en Lisboa, invitada por el Pabellón de España en la Exposición Internacional, pueda contribuir a revalorizar la proyección exterior de la orquesta. El concierto, en la Fundación Culturgest de la Caixa Geral de Depositos -la primera banca portuguesa- entusiasmó al público.

La Sinfónica, dirigida por su titular, Klaus Weise, y acompañada por el Coro Nacional de España, llevó a la sala grande del auditorio Culturgest -un edificio macizo, imponente, que dedica sus salas a la música contemporánea y de cámara, preferentemente- un programa de corte mediterráneo y marino en línea con el concepto general que alienta la Expo de Lisboa: los Océanos. Así, la Sinfónica ofreció la Sinfonía del Mar, que Joaquín Turina dejó, inconclusa, sólo anotada para piano y que el compositor sevillano Manuel Castillo desarrolló luego, en 1981, 32 años después de la muerte de Turina. La otra pieza andaluza del programa fue Noches en los jardines de España, de Falla, con Enrique Pérez de Guzmán al piano, una obra sólo relativamente andaluza, pues los historiadores discrepan al fijar su origen bien en la estancia parisina de Falla -donde inició una serie de nocturnos para piano- o bien en el periodo que pasó en la lujosa villa que el pintor Santiago Rusiñol -que pintó unos 30 cuadros describiendo los jardines de España- tenía en Sitges. En cualquier caso, el público lisboeta aplaudió entusiasmado esas dos muestras de literatura musical de origen andaluz. La segunda parte del programa fue mucho más intensa, y brillante, a pesar de que la sala, de unas 650 butacas, ofrecía una sonoridad extremadamente seca. El Don Juan de Richard Strauss, un poema sinfónico -es decir, música programática: "¿conoce usted la diferencia entre música programática y música propiamente dicha"?, preguntó una vez, escéptico, Strauss- y la segunda suite del Dafnis y Cloé, de Ravel, en su versión con coro -90 voces desplazadas para dos instantes de canto- cerraron un programa que el público, que llenó a medias la sala, aplaudió con entusiasmo.

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