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Reportaje:

¿Qué fue de 'Oliver y Benji'?

Siete años después, del equipo de infantiles del Atlético que entró en el 'guinness', sólo Raúl ha triunfado

Oliver aún juega al fútbol, en Tercera, pero no es feliz. Alejandro toca el violín en una orquesta. A Fraile le quedan unos días para licenciarse. Alenda, harto de que le reprochen su estatura, ya tiene claro que la carrera es lo primero. Pozuelo sigue sin saber el porqué de aquellos malditos dolores de espalda que le obligaron a colgar las botas. Raúl, en cambio, es famoso y multimillonario, juega en el Madrid y en la selección. Todos ellos compartieron el mismo sueño no hace mucho. Tenían 13 años, andaban por octavo de básica y dedicaban las mañanas de los domingos a ingresar en el guinness marcando goles. Jugaban en los infantiles del Atlético y sus números (308 goles a favor por uno en contra) les abrieron un hueco en los periódicos y las radios, y hasta los canales de televisión pedían turno para entrevistarles. Se les conocía como Oliver y Benji, la serie de dibujos animados del momento, cuyos protagonistas formaban un equipo de fútbol. Siete años después, sólo Rául tiene la vida que entonces todos jugaron a imaginarse. Sólo él ha salido ileso de las puñaladas que tira el fútbol. Sólo él ha cumplido los pronósticos y juega en Primera. Sólo él conoce la gloria.Oliver apenas ha crecido desde entonces y ya se ha recorrido media docena de equipos, sus banquillos en la mayoría de los casos. En el Majadahonda un psicólogo le enseñó a pensar positivamente, pero él nunca lo ha conseguido. Ha tenido depresiones. Y confiesa que la suerte corrida por Raúl le hundió más. Aún se tortura cada noche con la misma pregunta: "¿Por qué él sí y yo no? ¿Por qué yo, que marqué 60 goles, sólo cinco menos que él, y no tiraba los penaltis, no he tenido tanta suerte?". Si no ha dejado el fútbol ya, que lo ha intentado varias veces, ha sido por sus padres. Reconoce estar desesperado. Tanto, que hasta se atrevió a enviar una carta a Jesús Gil contándole su situación, pero sospecha que jamás le llegó. Aunque acaba de fichar por el Consuegra, de Tercera, intuye que su futuro está más cerca del restaurante familiar donde trabaja.

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Roberto, el lateral izquierdo, el 'culé' del grupo, tiró la toalla en junio del 96. Empezó a considerar el fútbol una pérdida de tiempo, algo poco serio, y se convenció de que no debía seguir jugando. Además pensó: "Mira dónde está Raúl y dónde estás tú; si no has llegado arriba todavía, es que ya no llegas". Así que se colocó en una tienda de electrodomésticos y se puso a estudiar automoción.

Dorado no tuvo elección. Una lesión de rodilla le obligó a dejarlo esa misma temporada, con 13 años. Ninguno de sus compañeros ha vuelto a saber de él. Pozuelo, también defensa, aún no tiene claro qué provocó su retirada. Era ya juvenil cuando le aparecieron esos insoportables dolores en la espalda. En el Atlético, como eran los tiempos en que Gil andaba reñido con la cantera, no le hicieron caso. Los médicos de la Federación tampoco dieron con el problema. Acudió a curanderos, pero ninguno fue capaz de suavizar el dolor. Lo curioso es que ahora, tres años después, ya no siente molestias y hasta se atreve a jugar al fútbol-siete. Afición más que nada, porque lo suyo es la Gestión y Administración Pública.

Gonzalo, el interior izquierda, también dejó el fútbol. Cuentan que empezó a sufrir unas terribles depresiones por los estudios -estaba en BUP- y no volvió a pisar las instalaciones de Cotorruelo. Marcos, el lateral derecho, se fue al Madrid con Raúl, pero con menos suerte. Ahora juega al fútbol-sala.

Valdu tuvo problemas de crecimiento en la parte de arriba del fémur. Los médicos no se decidieron a operarle hasta cinco meses después. Nada más recuperarse, se rompió un dedo del pie. No pudo progresar. Ahora se conforma con cobrar 1.000 pesetas por victoria y 600 por empate en Los Yébenes (Aluche), de Primera Regional, y con estudiar Bellas Artes.

A Alenda, el medio centro, que marcó entonces 32 goles, ya le hubiera gustado tener problemas de crecimiento. Sigue como a los 13 años, con su 1,65. Y eso el fútbol actual no lo perdona. Juega como los ángeles, pero los entrenadores de ahora quieren tipos altos y fuertes. En el Atlético, en el Rayo y en el Alcorcón siempre le señalaron por lo mismo: demasiado bajito. Hasta que concluya los exámenes de febrero (Administración y Dirección de Empresas) no piensa molestarse en buscarse equipo.

La estatura también ha jugado contra Alejandro, Benji, el portero. Era el más alto, 1,75, pero desde entonces no ha sumado centímetros. Es el que más tiempo ha aguantado en el Atlético, hasta junio pasado. Ahora juega en el Alcalá (Tercera), pero no pierde de vista los estudios: Estadística en la Complutense y Violín en el Conservatorio. Toca en la Orquesta Chamartín.

El que sí ha crecido es Michel. No era de los más altos, pero ya mide 1,92. La temporada pasada, en el Conquense, fue el máximo goleador de Tercera en Castilla La Mancha. Por eso seguramente le fichó el Rayo este verano. Juega en el filial, en Tercera, y ya se ha entrenado con el primer equipo.

Lo de Koldo, central, no fue un estirón de golpe, sino un crecimiento progresivo. Mide 1,83, una altura que le ha permitido ganarse la titularidad en el San Sebastián de los Reyes, de Tercera. En la misma categoría, en el San Fernando, juega Marquitos, el único de la promoción, junto a Raúl, que tiene representante. También ha probado la Segunda B, con el Moscardó, pero jugó poco.

El cachondo de la banda, Fraile, un interior derecha que marcó 50 goles, está como loco por acabar la mili y abandonar Ceuta. En cuanto se licencie volverá a su trabajo en un taller de aluminio por las mañanas y a sus entrenamientos con el Getafe B por las tardes.

Todos se fueron del Atlético por la puerta de servicio, ignorados por una lesión, un centímetro de menos o simples cuestiones técnicas. Los pronósticos de Francisco de Paula, el entrenador que consiguió reunir a aquella prometedora hornada, no se han cumplido. "La mayoría llegará a jugar en el primer equipo", dijo entonces.

Al técnico no le ha ido mejor. Se fue al Madrid con Raúl, pero ahora no tiene equipo. Y desde hace un par de años conduce un taxi.

Del invencible Oliver y Benji, de aquel equipo que ganaba por goleada todos sus partidos, sólo queda Raúl. Es el único que ha triunfado, el único que ha sobrevivido a todas las trampas del fútbol. ¿Por qué? "Probablemente era el mejor de todos y además tuvo más suerte", comenta la mayoría. Era de los más bajitos, pero creció; no se lesionó. Y además, se fue al Madrid y dio con Valdano. "Si no llego a cambiar de aires", dice el propio Raúl, "a lo mejor no habría nadie de aquel equipo en Primera. En el Atlético los desmoralizaron. Es una generación desaprovechada".

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