"La bola para Rivaldo"
Teníamos una obsesión desde que comenzamos a preparar el partido a principios de semana. Había que estar superconcentrados durante los noventa minutos, sobre todo defensivamente, así que salimos al campo muy metidos en el asunto. A defender bien, a provocar que el Madrid asomara por nuestro campo para poder tirar bien el contragolpe. "¡Venga a no despistarse atrás!", nos gritábamos.La potencia y recorrido de Luis Enrique fue un alivio. Van Gaal nos había dicho que para salir teníamos que contactar con el media punta, aguardar la llegada de los extremos y lanzar el pase, en vertical. Y Luis Enrique hace muy bien estos enganches. El problema no sólo era encontrar la línea de pase sino habilitar a un compañero para el último remate. Rivaldo estuvo inmenso. El gol que metió nos ha serenado a todos y, al tiempo, ha hecho que él recuperara su olfato de hombre de área. Le iba el partido.
"¡Grande Rivaldo!", le gritamos. Rivaldo se reencontró y dio salida al balón. Teníamos siempre una opción de pase: "!La bola para Rivaldo!". Hubo un momento, sin embargo, que los problemas defensivos se acrecentaron. "¡Suker se nos está metiendo demasiado!", gritaban los zagueros. La salida de Abelardo ha asegurado más la marca, aunque más de uno hemos supuesto, al inicio, que Iván se había lesionado.
No hemos frenado la llegada de jugadores madridistas al área pequeña, pero tampoco hemos sufrido. Iban muy ofuscados y se fueron enredando. Habíamos puesto tanto énfasis en el marcaje individual que cuando pasaba algo, lo primero que te preocupaba era que el afectado no fueras tú. Nos hemos juntado bien, con confianza, orgullo. Nunca hemos visto el partido perdido. Teníamos tal confianza en nuestra puntería, en que Rivaldo estaba para desequilibrar arriba, que nunca he pensado que saldríamos derrotados. No hemos, tenido ninguna duda. Respondimos siempre al guión: marcajes duros, estrictos, y contragolpes letales. Y las dos veces que nos despistamos, replicamos con un gol.
