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Pelea por un periodista

Yeltsin conmina al presidente de Bielorrusia a que libere a un profesional de televisión

Borís Yeltsin y Alexandr Lukashenko firmaron el pasado abril un tratado de unión entre los dos países que presiden: Rusia y Bielorrusia. No es que fuera un matrimonio estricto y para toda la vida. Conociendo el fuerte carácter de los dos contrayentes que se juraron amor eterno tampoco era tan difícil imaginar que podían acabar por tirarse los trastos a la cabeza, pero no deja de sorprender que se empiece a hablar ya de divorcio cuando en teoría deberían estar aún disfrutando de la luna de miel.El último episodio del culebrón se produjo ayer, cuando Yeltsin se negó a dar el permiso de vuelo para el avión que debía conducir a Lulcashenko a dos ciudades rusas: Lipetsk y YaroslavI. "Que primero libere a Sheremet", declaró en público el zar Boris I, como a él mismo le gusta autodenominarse, durante una visita a Nizhni Nóvgorod, la que fuera ciudad cerrada de Gorki y lugar de destierro durante la época soviética de Andréi Sájarov, padre de la bomba atómica rusa, destacado disidente y Nobel de la Paz.

Pável Sheremet es un simple periodista bielorruso que trabaja para la primera cadena de la televisión rusa (ORT) y al que le ha tocado, sin comerlo ni beberlo, convertirse en esa otra tercera parte que casi siempre está por medio cuando hay problemas en una pareja. De momento es el que se está llevando la peor parte, ya que espera que se resuelva la disputa como forzoso residente en una cárcel de Minsk, procesado y amenazado con una condena que podría superar los cinco años de prisión.

Su presunto delito fue intentar cruzar ilegalmente la frontera con Lituania para demostrar, precisamente, que se podía hacer fácil e impunemente. Lukashenko, para agravar las cosas, sostiene que en ese momento se estaba probando un arma secreta en la zona. En total fueron detenidos siete periodistas en dos incidentes separados, pero los otros seis, incluyendo todos los de ciudadanía rusa, fueron ya liberados en agosto. Uno de ellos incluso entonó un público y televisado mea culpa.

Lukashenko ha convertido a Sheremet en un chivo expiatorio de lo que, en el fondo, no es sino un conflicto de voluntades entre los dos socios de la unión, empeñado el bielorruso en demostrar al oso ruso que es mucho más que un simple apéndice al que no hay por qué tratar de igual a igual.

Lukashenko se sube por las paredes. Está harto de que le llamen dictador (y hasta Terminator) por minucias tales como alabar en público a Adolf Hitler, prohibir la representación del clásico de Brecht La resistible ascensión de Arturo Ui, fabricarse una Constitución y un Parlamento a su medida, reducir a la nada a la oposición y amordazar a la prensa crítica o, cuando menos, hacerle la vida imposible. Ayer, cuando se enteró de la jugarreta de Yeltsin, comentó: "No toleraremos ninguna presión política y únicamente construiremos nuestras relaciones sobre la base de la igualdad".

Lo malo es que los dos quieren llevarlos pantalones en casa y que, para colmo, no viven en el mismo piso, sino en dos contiguos de los que, por mucho que digan, todavía no se han derribado los tabiques que podrían conectarlos. El tratado de unión está en periodo de prueba y, ahora mismo, en grave peligro, para satisfacción de algunos liberales y desesperación de los comunistas y nacionalistas que controlan la Duma, la Cámara baja del Parlamento ruso. Peor aún, para el país que recogió la herencia de la URSS, la unión con Bielorrusia era el primer paso para reconstruir cuando menos el espacio estratégico del antiguo imperio soviético y trazar una primera línea de defensa contra la ampliación de la OTAN hacia el Este.

A Yeltsin, además, le fastidió el hecho de que Lukashenko viajara al interior de Rusia sin contar con su consentimiento previo. El líder del Kremlin no está para bromas después de que Chechenia se independizara de hecho y de que haya en toda la Federación fuertes tensiones centrífugas. Ayer mismo dijo: "Advierto a los gobernadores que les está prohibido invitar a jefes de otros Estados sin mi permiso". Hace más de un mes, Lukashenko dijo que todo se podría arreglar con una palabra de Yeltsin. No se sabe si éste la pronunció o no, ni tampoco de qué palabra se trataba.

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