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Crítica:'MARIDOS Y MUJERES'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

No se casen para esto

Si verdaderamente el estribillo del programa Maridos y mujeres, que TVE- 1 estrenó el pasado domingo y que presentan Alonso Caparrós y Anne Igartiburu, es real como la vida misma, y lo que enseña son "maridos y mujeres como tú", sólo cabe pedir al cielo que nos libre de contraer matrimonio.Maridos y mujeres es un concurso-espectáculo que busca al esposo y la esposa del año con una serie de pruebas que van desde reconocer el ombligo de su señora de usted, pasando por delante de seis agujeros por los que sólo se veían otros tantos timbres (¡Qué alivio! Todos reconocieron los de sus santas y se llevaron 2.000 puntitos), hasta la reacción obtenida con cámara oculta ante unos posibles cuernos de la cónyuge. Les parecerá de manual, pero amenizó la prueba José Luis Perales, fragmento "y cómo es él, en qué lugar se enamoró de ti".

La enumeración de méritos, aportada por familiares y amigos, dio mucho juego en casos como el de Luis Francisco -zaragozano, 34 años, que "limpia, hace las camas y saca a la perra, pero no soporta los polvos"- El concursante demostró su exquisita elegancia con la apostilla: "He dicho que me gusta echarlos, no quitarlos". Isabel, su mujer, lo arregló cuando le llegó el turno de describirle: "Es un pulpo. Por la noche, cuando nos acostamos, hace que me dé la vuelta, se arrima a mí y me echa la mano en las domingas".

No fueron los únicos momentos de exquisitez lingüística. En la prueba de representar tres secuencias de otras tantas películas, a base de beso pasional, ya los ideadores del programa habían elegido fragmentos con frases como: "... zafarse de esta puta playa" o "¡Estáis aquí, so guarros!". Los tres participantes que a la sazón quedaban sin eliminar y sus esposas escogieron el filme, De qué se ríen las mujeres, de Joaquín Oristrell. Nuestro Luis Francisco coloreó por cuenta propia al actuar: "¿Me queréis dejar morir en paz, hostias, de una puta vez?".

Si añadimos la intervención del dúo Arrebato, con la alusión a "la patá en los huevos", se cierra el círculo digamos que ligeramente soez y hortera que caracterizó amplias partes del larguísimo estreno de Maridos y mujeres. Antonio Albert, uno de sus directores, dice que intentaron que fuera "muy natural, familiar, entretenido y espectacular, una imagen abierta de lo que es España: ni todo intelectuales ni todo albañiles". Y no lo encontró chabacano: "En directo, con concursantes anónimos, no controlas. Pero no me pareció que se pasaran mucho". Es más: "Para lo que se hace en España, esto es Desayuno con diamantes". El director general de RTVE no le echó ningún capote cuando, respondiendo ayer a preguntas sobre la dudosa calidad de algunos programas, dijo que el Estatuto del Ente Público "es tanto un concurso de maridos y mujeres como lo puede ser el canal Arte".

Entre los instantes paradigmáticos del momento cultural, el del presentador Caparrós citando la película África, "de Alfonso Ussía... Ungría, perdón, gracias, jefa" (dirigiéndose a quien le soplaba por el auricular). Sólo fue una muestra del contagioso efecto Aguirre que nos invade.

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