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VUELTA 97

Jalabert acumula segundos

El francés entra en la lucha por las bonificaciones y Wust gana un 'sprint' accidentado

Carlos Arribas

Segundo a segundo... Que de una etapa llana y larga, sin tachuelas y sin curvas, sin más premio que la necesidad de llegar para refugiarse del sol de plomo que cayó sobre el Alentejo y el Algarve, que en una etapa así uno de los grandes favoritos logre capturar un botín de tres segundos no es asunto despreciable. Y menos para Jalabert, el rey del asunto. Y menos si se comparan con el botín del líder, Michaelsen, una buena cantidad de moratones sufridos en su cuerpo al tragarse una valla en los últimos metros. La caída, producida por el exceso de velocidad en una curva de amplio arco (escupidos contra las vallas se vieron varios corredores con Michaelsen, el que inició el derrapaje, Bettin, Balducci y Rosatto), fue beneficiosa, por lo menos, para una persona, para el alemán Marcel Wust (Festina), el mejor colocado en la curva, que vio cómo la mayoría de los rivales quedaban cortados. Es ya un debate gastado el de las caídas en los sprints. Un riesgo ya asumido por unos corredores que se ven inmersos en un torbellino de velocidad: su potencia les permite alcanzar una rapidez tal que sus reflejos y dominio de la máquina se ven desbordados.Cuando Jalabert, el impaciente, ganó la Vuelta del 95 acumuló casi minuto y medio en bonificaciones. Este año ya lleva siete segundos. Es una táctica legítima dadas las oportunidades que ofrece la Vuelta (12, 8 y 4s en la meta de todas las etapas, salvo las contrarreloj, y 3, 2 y 1 en cada meta volante). Una forma de ganar segundos al mismo tiempo que una advertencia a los rivales. Una forma de autoafirmación mediante la exhibición. Un estilo para imponerse dentro del equipo. Un gasto de fuerzas en un momento mínimo que puede producir, además, interesantes situaciones de carrera. En la meta volante de Beja, una de las dos en que el francés afanó segundos, el pelotón quedó momentáneamente cortado en dos por el impulso de la ONCE. La cosa no continuó, pese al viento de costado, porque los hombres de Manolo Sáiz se volvieron y vieron que no habían dejado a ningún favorito fuera de juego. En la siguiente volante, Olano ya entró en el juego, aunque sin excesiva convicción. Tampoco puede pedir al equipo que le prepare la cuestión.Jalabert ya se siente líder único en la ONCE. O por lo menos ese mensaje han recibido sus compañeros de equipo y sus rivales. "La clavícula ya no me duele", decía un risueño Alex Zülle en la salida. "El que me hace daño es éste", señalando a Jalabert con una carcajada. "Jalabert está impresionante", decía también en la salida Abraham Olano. "Esta claro que por ahora es la rueda buena".

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Otra consecuencia indirecta de la lucha por las bonificaciones fue, curiosamente, el triunfo final de Wust. El veterano sprinter alemán, conocido en España por los tres triunfos que le dio al equipo Castellblanch en la Vuelta del 95 -"lo primero que aprendí a decir en español fue 'de puta madre"", dice-, tenía una misión dentro del dispositivo del Festina: meterse en la lucha por las metas volantes para restarle posibilidades a Jalabert en beneficio de su compañero Dufaux. Tan bien se vio en los cortos sprints, tanta confianza tenía en su capacidad, que le pidió a su director, Bruno Roussel, que pusiera al equipo a trabajar para él. Por aquel entonces (a 90 kilómetros de meta), el francés Jacky Durand, el escapado del día, llevaba una ventaja de 14 minutos. 60 kilómetros después era capturado después de que el pelotón se desperezara bajo el impulso del equipo francés. Pocas veces sale la jugada, pero con la caída, todo se anduvo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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