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Muere un policía en un tiroteo con unos ladrones que robaron 85.000 pesetas

Juan Hernando Sanz, un policía de 47 años, casado y con dos hijas, murió ayer tarde en un tiroteo cuando intentaba detener a los atracadores de una oficina de Correos de la calle de Pinzón, en Carabanchel, en la periferia sur de Madrid. Un tiro en el abdomen acabó en el acto con la vida del agente.

En el mortal enfrentamiento, los asaltantes también hirieron de gravedad a Gregorio Campaña, de 34 años, empleado de la sucursal. Los delincuentes se dieron a la fuga en un vehículo, modelo Ford Fiesta, de color rojo. Se llevaron la pistola del policía y un ridículo botín de 85.000 pesetas.

Anoche, al cierre de esta edición, efectivos de la Policía Nacional rastreaban la ciudad en busca de los atracadores. Asimismo, seguían la pista de la matrícula del vehículo empleado en la huida. Los testigos del suceso no pudieron identificar al autor de los disparos entre el millar de fichas, de presuntos delincuentes, que les fueron mostradas por la policía.

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"Era un policía que medía muy bien sus pasos"

La víctima mortal y su compañero acudieron en un coche patrulla a la estafeta tras ser advertidos del robo. El agente fallecido se dirigió a una de las tres puertas de la sucursal. Allí se encontró con los atracadores, que encañonaban a varias personas. Juan Hernando intentó disuadirles. "Alto, policía, arroja el arma", gritó. Luego disparó al suelo. Los delincuentes, sólo uno de ellos encapuchado, le respondieron con una mortal ráfaga de fuego. En el tiroteo resultó herido el citado empleado de Correos. Al oír los disparos, el otro agente, que entró por otra puerta, salió en busca de los asaltantes. Éstos huían por la calle apuntando en la cabeza a otro trabajador de la estafeta. Tras un nuevo cruce de disparos, los delincuentes soltaron al rehén y emprendieron la huida.

Esta muerte vuelve a poner de luto al Cuerpo Nacional de Policía 35 días después del fallecimiento del oficial José Antonio Sánchez Maricalva, que fue arrollado por la furgoneta de cinco delincuentes en Vallecas.

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La oficina de Correos de Carabanchel ha sufrido cuatro robos en los últimos 20 años

VIENE DE LA PÁGINA 1Eran las 14.10 cuando los ladrones llegaron a la oficina de Correos de Pinzón, en Carabanchel. Mientras uno de los delincuentes esperaba en la calle, los otros dos entraban en la sucursal por distintas puertas. Un delincuente, moreno, con bigote, armado y a cara descubierta, entró por la puerta principal. En el umbral gritó: "Esto es un atraco".

Era el cuarto robo que se producía en 20 años. En uno de ellos, hace cuatro años, los atracadores se llevaron 12 millones de pesetas. El de ayer fue más ridículo: 85.000 pesetas. Y la vida de un policía.

Nada más entrar el primer asaltante, otro cómplice, con peluca y gafas oscuras, utilizaba otra puerta lateral. Y amenazaba: "Si aprecian su vida, entren en ese cuarto". Esta frase bastó para que un delincuente reuniera a 30 empleados. El otro atracador, acompañado de un empleado, recogía el dinero de certificados. También se llevaron otras 100.000 pesetas, que perdieron durante la huida.

La pareja de asaltantes olvidó vigilar una salida lateral conocida como zona de muelle, por donde entran las cartas y los paquetes. Una de las funcionarias consiguió salir por esa entrada. "¡Van armados, tienen pistolas!", alertó la mujer nada más salir a la calle. Entró en un bar y avisó al 091. A los seis minutos llegaba a la sucursal un coche patrulla.

Uno de los funcionarios amenazados por el revólver de uno de los atracadores, Juan Jesús Montes, recordaba: "El policía abrió la puerta y vio cómo el atracador nos apuntaba". El agente le gritó: '¡Alto, suelta el arma!", agregó Montes. A continuación, disparó a los pies del asaltante, que devolvió cuatro disparos.

Los médicos del Samur certificaron la muerte del agente y trasladaron al empleado al hospital Doce de Octubre. Según el parte médico, el proyectil atravesó, sin gravedad alguna, la zona lumbar de Gregorio. A lo largo de la tarde, los testigos del crimen repasaron el archivo policial en busca de los asaltantes. "Entre seis libros no los he reconocido", indicó el empleado Juan Jesús.

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