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FÚTBOL / DECIMOSEXTA JORNADA DE LIGA

La anarquía reivindica el espectáculo

El empate fue el mal menor del Atlético y el postre agridulce del Athletic

Sería el caché, sería el miedo (que en el fútbol se llama respeto) lo que le llevó al Athletic a iniciar el partido con el termómetro en la mano, convirtiéndolo en un baile de salón discernido por los errores bilbaínos en el remate y la capacidad del Atlético para alterar los movimientos del encuentro. Si algo hay imposible en el fútbol es que dos equipos jueguen al contragolpe. Entonces se produce la ofuscación, el atasco, como ocurrió ayer en San Mamés durante algunos minutos. En tales circunstancias, el Atlético hace valer su historial: Kiko protege el balón como sólo él sabe y Pantic, donde nadie le espera, cabecea a la red. La acción de Kiko reducía todo lo anterior a un valor testimonial. Las ocasiones de Ziganda, de Etxeberria, de, Larrainzar, en a primera mitad, habilitaron la agilidad de Molina y desacreditaron a los delanteros, rojiblancos en igual medida. Durante media hora mantuvo el Athletic las apariencias tras superar el mazazo de la discapacidad de Guerrero tras un choque con Simeone. En esa jugada la temperatura se elevó pero el fútbol inició la cuesta abajo.

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Al Atlético le costó asentarse en el campo al menos tres ocasiones manifiestas de gol. Ziganda le pilló por sorpresa, Molina respondió en otro disparo a bocajarro y a Larrainzar le traicionó el punto de mira. A cambio, el Atlético sólo obtuvo un mano a mano de Esnáider con Valencia, resuelto inteligentemente por el guardameta rojiblanco.

Era el tiempo de la pasión y al Athletic se le fue el corazón por la boca. A partir de la media hora el Atlético ordenó a la tropa y recobró el balón, es decir, recuperó a Pantic, y a Kiko, futbolistas que reclaman el balón junto al cordón del zapato. En éstas estaban cuando Kiko diseñó su jugada predilecta: control de espalda, reverso, centro y Pantic olvidado de todos cabeceó a la red.

El Atlético tenía el partido que quería. Nada mejor que marcar para buscar el contragolpe. El Athletic, a cambio, estaba condenado a la visceralidad y por eso su salida tras el descanso fue impetuosa. Un remate de Corino demostró que era la noche de Molina. El Athletic se aprestó a la piratería, es decir, al abordaje, rompiendo el termómetro que hasta entonces había controlado sus movimientos. Luis Fernández volvió a sus orígenes e introdujo a Urzaiz para aportar kilos y altura en un terreno espeso. El Atlético se amilanó. Dos ocasiones de Esnáider y López aligeraron su presión, pero no evitaron la avalancha del Athletic sancionada con un bello gol de Etxeberria que devolvía al partido a los márgenes de la emotividad.

El encuentro perdió el timón, se quedó sin esquema y guiado por el corazón y el músculo, abocado al sobresalto tras la rigurosa expulsión de BejbI. El Athletic se creció, convirtió la disputa en un correcalles más fundamentado en el acoso a Molina que en un ataque ordenado. Desde que el Atlético se quedó con 10, y luego con nueve y medio por la lesión de Toni, el Athletic no fue capaz de originar una sola ocasión de gol.

Todo era agonía, vocación, pero falta de inteligencia. La inferioridad numérica de su oponente la gestionó el Athletic con balones aéreos en busca de Urzaiz. Un tipo de juego que levanta pasión en el auditorio, pero ocasiona pocos perjuicios a una defensa aguerrida. La emotividad crecía en la misma medida que decrecían las ocasiones de gol.

El partido, finalmente, resultó alternativo, intercambiando el respeto y el marcador a lo largo de los 90 minutos. Los goles y las circunstancias alteraban el ánimo y el empate se antojaba como un noviazgo cambiante. El Athletic luchó por él cuando vio el partido perdido y el Atlético lo defendió cuando vio su torre de marfil amenazada. Tanto ir y venir en los factores ajenos al juego, el empate se instaló en la condición de mal menor para el Atlético y de postre agridulce para el Athletic. Pero lo cierto es que el partido resucitó cuando los esquemas se fueron al garete. La anarquía futbolística reivindicó el espectáculo.

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