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Tribuna
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Ministras

Desde la periferia se dispone de una especial perspectiva para juzgar la gestualidad del poder y atiendo la evidencia de que los nuevos ministros son muy observados por si se les escapa la señal del acto fallido. Yo mismo estoy con el gatillo preparado, porque es ley española tenérsela jurada al poder, venga de donde venga, por lo muy borde que ha sido el poder entre nosotros desde los tiempos del pleistoceno. Especialmente observadas las señoras ministras por la todavía rareza de ver a mujeres en el poder y por las apreciaciones pretextuales que aportaban a su nuevo cargo: Loyola de Palacio, una adustez que la adjetivo como Monja Alférez; Isabel Tocino, la rubia con botas del retrato de grupo con señora; Esperanza Aguirre, casi desconocedora de que si algo la acerca a la cultura es su apellido Gil de Biedma, y Mariscal de Gante, que llegó al cargo con apellidos de leyenda negra.La señora ministra de Justicia, vista y no vista; doña Esperanza sustituyó la policromía habanera o carioca de Carmen Alborch por el color beis como metáfora, y han sido Isabel Tocino y Loyola de Palacio las que más cinemascope han ocupado en el duro aprendizaje del mando en plaza. Material será para las facultades de Ciencias de la Información del futuro el vídeo de Isabel Tocino retozando por las cañadas y bailando a los sones más etnológicos con un bello aspecto de koljosiana soviética ante la cámara, por lo menos, de Pusdovkin y en el trance de hacer la apología de primer plan quinquenal de cañadas reales. Excelente el logrado esfuerzo de Loyola de Palacio por cambiar de look y llegar a las palabras sin recurrir a los etcéteras con el mismo empeño que pone Arantxa Sánchez Vicario en llegar a las pelotas imposibles. Sólo les pido a ministros y ministras que no se empeñen tanto en mostrar su patriotismo. Al PP, el patriotismo, como el valor a los militares, se le supone.

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