La ingeniería del éxito
El academicismo de Antic resucita a una plantilla que estaba llena de cicatrices
El triunfo de Radomir Antic es la victoria del método. El éxito del peculiar andamiaje de un técnico minucioso y calculador al que le gusta se le reconozca su academicismo. Experto en preparación física, pedagogía, medicina deportiva, anatomía y biomecánica, Antic aplica todas sus lecciones en cada uno de sus equipos. Escruta a cada jugador y le mete en su probeta particular. En el Calderón se ha llenado de razones. Es cierto que el fútbol ha encumbrado a técnicos cuyo mayor mérito es una palmadita en la espalda; y a otros, los menos, que someten todo a la capacidad de sus futbolistas. Pero en el Manzanares, con un equipo fosilizado por los últimos zarandeos, quizá las palmaditas ya no fueran terapéuticas. Faltaba un credo: Antic y su enciclopedia. Estas son algunas de sus epístolas.El retrovisor. Cuesta recordar un mal futbolista yugoslavo. Parece una etiqueta suficiente. Pero cuando se trata de alguien de 29 años, desconocido en el mapa futbolístico, procedente de un modesto equipo griego (Panionios) y que jamás ha sido internacional... aprietan las dudas. Pero Pantic -60 millones de traspaso- ha dado la razón a Radomir Antic. Un fichaje meritorio, en el que se adivina el olfato de un técnico que miró por su retrovisor particular y recordó a un ex jugador suyo del Partizán de Belgrado que goleaba en la Liga griega. Núñez jamás diría que ha sido contratado por su portera.
El laboratorio. Poco después de que el Albacete encajara en su estadio 13 goles en dos partidos consecutivos -ocho ante el Deportivo y cinco ante el Salamanca- y consumara su descenso a Segunda, aterrizaron en el Calderón su portero -Molina- y su central -Santi-. Sólo éste venía de la mano de Antic. Llegaron de puntillas y el serbio les engrasó en su laboratorio. Molina aprendió las artes del portero-delantero. Aplicado el guardameta, el Atlético pudo tirar su defensa 30 metros hacia delante. Así se ahogaron la mayoría de sus rivales. La puntera de Molina y la clarividencia de Santi forjaron el mayor éxito táctico del campeón.
El diván. El vestuario del Atlético destilaba tristeza por todas sus aristas. Allí residían un puñado de futbolistas zarandeados por el verbo incendiario del presidente y torturados por sus últimas temporadas. Algunas promesas años atrás, parecían descarriladas para el fútbol de altura. Ni rastro de aquel Toni que desatornillaba cualquier defensa por su carril; aquel Solozábal que se adivinaba como un defensa lleno de galones; o aquel Kiko mágico que brilló en Barcelona 92. Antic les puso en el diván, metió su cerebro en una lavadora y resucitó a tres futbolistas de enorme enjundia. Estaban al borde de la jubilación anticipada y hoy disfrutan como niños.
El faro. Suspiraba Antic por un eje del centro del campo que se echara el equipo a la espalda. Tanteó sin éxito a Slavisa Jokanovic. Luego tiró los tejos a Viktor Onopko... Y acabó rendido a Simeone, uno de esos jugadores que enchufan la corneta, tocan el tambor y bombean sangre a sus compañeros con una leve mirada. Además, el argentino ha crecido como futbolista. Mantiene el furor, pero hoy es más equilibrado con la pelota. Ha ganado sosiego, sagacidad para irrumpir en el área contraria como un puñal. Antic procuró que Vizcaíno le descargara de trabajo, le liberó y se topó con un goleador. Simeone ha sido el faro en las grandes tardes (también Caminero). Y el suero de sus compañeros cuando las piernas ya no obedecían.
La mecedora. Apostó Antic por un once fijo, de aquellos que se recitarán de memoria en los museos rojiblancos. En un club lleno de heridas, permanentemente al borde de la histeria y un presidente glotón con los técnicos, el serbio intuía que sólo un arranque meteórico le permitiría ser al menos el postre de Gil. No había tiempo de pruebas. Un tropezón antes de Navidad y ... a la calle. Pero decantarse por once fijos puede levantar ampollas en el resto de la tropa. Antic sacó la mecedora, abanicó públicamente a López, Roberto y Biaggini y siempre tuvo un recambio por línea cuando lo necesitó. Con los resultados de cara nadie levantó la voz. Y los tres suplentes más utilizados también se sintieron ingenieros del éxito.
El Atlético se ha proclamado campeón con el equipo más corto en la Liga más larga.
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