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Internacionales del fanatismo

Al liberar un campo de concentración nazi al final de la segunda guerra, el general Eisenhower se acercó a un grupo de camarógrafos norteamericanos y les dijo: "Filmen, porque llegará el día en que mucha gente sostendrá que todo esto no existió nunca". Tenía toda la razón Eisenhower. Conocía, por lo visto, mucho mejor dé lo que nosotros podíamos suponer, los mecanismos de la mente totalitaria. Los franceses han recordado la anécdota en estos días a propósito de la escandalosa adhesión del abate Pierre a las tesis negacionistas de Roger Garaudy.El caso es interesante, revelador del arraigo profundo que todavía conservan los fanatismos de nuestro siglo. Demuestra, además, que hay que mantener a toda costa la distancia crítica frente a los grandes mitos personales, a los ídolos, a los héroes y los falsos héroes. La época ha sido una infatigable constructora de mitos, ha tenido la evidente necesidad de crearlos, pero la conciencia individual, la vieja conciencia individual, tiene la obligación de estar siempre alerta, vigilante, desconfiada. El filósofo Roger Garaudy ha tenido en toda su vida, con muy pocas fallas, la más impecable trayectoria de un dogmático. Fue uno de los militanies más ciegamente estalinistas del comunismo francés. de los años cuarenta y cincuenta. Después de la muerte de Stalin se convirtió en un crítico muy lúcido, uno de los primeros y más audaces, del comunismo soviético. Sus lectores, entre los que entonces me contaba, pensaron que evolucionaría desde su estalinismo hacia posiciones más abiertas, más libres, más humanistas. Fue una ilusión vana, una ingenuidad política e ideológica. Garaudy pasó del marxismo leninismo revolucionario, sin etapas intermedias, a un catolicismo beato, intransigente. Desde ahí, también sin mayores matices, derivó a la defensa de los ayatolás iraníes y al ecologismo extremo, para seguir camino rumbo al islamismo. Lo único que ha rechazado siempre, sin concesión alguna, ha sido la tradición europea liberal, racionalista, que ha llevado a la formación de las sociedades democráticas modernas.

Leo en estos días un texto panfletario, lleno de reflexiones agudas, sugerentes: Manual del perfecto idiota latinoamericano. Lo leo y me digo que este tipo de ataque frontal, sin autocensura de ninguna especie, a los lugares comunes, a las ideas recibidas, es muy necesario, pero compruebo, de paso, que el idiotismo en política, en filosofía, en cuestiones estéticas, está muy lejos de ser una condición exclusiva de América Latina.

El idiotismo y el fanatismo son universales, y están organizados desde hace mucho tiempo, de un modo más o menos espontáneo, en una verdadera Internacional.

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En el último de sus cambios ideológicos, Garaudy no halló nada mejor que apuntarse al antisemitismo y a las tesis que niegan la realidad histórica del Holocausto y de la política nazi de la "solución final". Cuando su libro reciente sobre estos temas, Los mitos fundadores de la política israelí, fue atacado y llevado a los tribunales de justicia, no halló nada mejor que pedirle ayuda a su viejo amigo, el abate Pierre. El abate le mandó una larga carta de apoyo, carta que fue utilizada por Garaudy frente a la prensa y que acaba de ser tajantemente desaprobada por los obispos franceses.

Si el retrato del filósofo seducido por todos los integrismos de este mundo no deja de ser interesante, instructivo, el de su amigo, el octogenario abate Pierre, no lo es menos. Algunos atribuyen la debilidad del abate Pierre a su, edad avanzada, a cierto reblandecimiento, pero el asunto, cuando lo examinamos de cerca, no parece tan simple. Como su amigo Garaudy, el abate Pierre ha sido también un enemigo declarado de las llamadas "democracias burguesas" y de las modernas economías de mercado, pero lo ha sido desde otro punto de vista: el de la caridad cristiana y el de la solidaridad con los más pobres. La organización creada por él en los años cincuenta, Emaús, ha hecho una labor admirable en favor de los sin casa y ha conseguido canalizar la caridad privada francesa con resultados prácticos extraordinarios. Ahora bien, el abate se convirtió pronto en uno de los mitos más arraigados de la vida francesa, una de las figuras más vistas en la televisión y en los otros medios, algo así como una estrella de la caridad cristiana, fenómeno contradictorio por definición y cuya verdadera naturaleza nadie o casi nadie observó a tiempo.

Un gran ensayista y crítico, desaparecido, Roland Barthes, hizo algunas reflexiones irónicas sobre el personaje en su libro Mitologías, pero pasaron inadvertidas, o fueron consideradas propias de intelectuales agnósticos y resentidos. El abate, entretanto, se fotografiaba junto a François Mitterrand o a Jacques Chirac, o bajaba en helicóptero, acompañado de un equipo de la televisión, a lugares donde el movimiento conocido como Derecho al Alojamiento, el DAL, acababa de apoderarse de una propiedad desocupada. No era la forma evangélica de la caridad, no era la mano izquierda qué ignoraba lo que hacía la derecha, pero los resultados concretos eran concluyentes. Por otra parte, las causas del abate eran siempre buenas, indiscutibles.

Ahora, en medio de la agitación periodística, hemos sabido que el anciano abate se había rodeado de "malas compañías". Una sobrina suya estaba casada con un personaje allegado a las ex Brigadas Rojas italianas. Cuando el ultraizquierdismo italiano, comprometido con el terrorismo, fue desmantelado, algunos de sus miembros emigraron a Francia y encontraron tareas caritativas que cumplir en Emaús. Al fin y al cabo, eran maneras de combatir los exce- Pasa a la página siguiente

Jorge Edwardses escritor chileno.

Internacionales del fanatismo

Viene de la página anteriorsos y las injusticias del "capitalismo salvaje". Entre estos amigos, desde luego, había partidarios entusiastas de la ultraizquierda palestina, de los fundamentalistas islámicos, de Sadam Husein y sus huestes. El antisemitismo era un ingrediente sin duda fuerte, persistente. Ya sabemos que el fanatismo de izquierda, y el fascismo son extremos que suelen acercarse mucho. Tienen simetrías vertiginosas y formas de delirio lógico.

En resumidas cuentas, la adhesión del abate Pierre a las tesis antisemitas y negacionistas de su amigo Roger Garaudy no es la simple consecuencia de un estado de endurecimiento avanzado de las arterias. Es otra manifestación, a finales del siglo, de la Internacional del Dogmatismo y del Fanatismo, que actúa entre nosotros, con diferentes pretextos y disfraces, desde hace más de cien años, con una constancia y una eficacia temibles, y que nuestra inteligencia, nuestra conciencia crítica, a pesar de contar con todos los instrumentos intelectuales necesarios, con toda la tradición filosófica de Occidente, tiene siempre enorme dificultad para detectar y para neutralizar.

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