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GENTE

MULTA Y CERTIFICADO

Massimo Massimi, policía municipal, ha vengado a su hijo de 12 años, a quien el entrenador de fútbol de Montesacro, Vittorio Lelli, tenía siempre en el banquillo, de una forma muy profesional: poniéndole 16 multas en tres meses. Conmovido ante el llanto del niño, que no lograba saltar al campo y a veces ni siquiera era convocado para jugar, Massimi ha infligido al entrenador -un carnicero que se entretiene haciendo de míster infantil- más de 2,5 millones de liras, unas 200.000 pesetas, en multas, 16 denuncias en nueve de las cuales falsificó firmas de colegas, desconocedores de que estaban imputando al torturador del frustrado futbolista aparcamientos prohibidos y salto de semáforos en rojo sin tino. El padre-guerrero del antifaz ha dicho al juez que, con firmas falsificadas o no, el malévolo entrenador-carnicero ha violado en todos los casos el código de la circulación. Otro colega de Bolonia puso una multa de 54.000 liras a una elegante señora que, lanzada a un mingitorio, presa de irrefrenable urgencia fisiológica, abandonó su coche, frenando en seco, y con el padre inválido dentro, en pleno centro de la ciudad. El gobernador civil ha levantado la sanción porque la señora le ha inundado de certificados médicos que avalan un colon irritable insensible a los fármacos. Fue también en Bolonia donde, hace unos meses, otro policía multó a un muerto, que estaba al volante de una furgoneta mal aparcada, porque se sintió mal y, como se vio, no fingía. Sólo cabe pensar que los municipales italianos tienen el bolígrafo tan flojo como el colon irritable de la señora del mingitorio-

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