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¿Te has mirado mi currículo?

El desprecio de Federico Trillo por los bienes terrenales le hizo olvidar ayer el reloj en el atril de oradores. Pero si olvidó su reloj no olvidó -sin desearlos- los bienes ajenos. Por eso, advirtió, sin mirar a nadie, que "habrá que explicar de dónde sale el chalé y las cuentas corrientes de aquí o de Panamá". Menos mal que el destinatario de la advertencia estaba clarísimo en un congreso donde todo está clarísimo, que si no, más de uno hubiera protestado por este afán -a todas luces excesivo- de llevar el centro más allá de lo políticamente razonable.A Trillo le aplauden cuando habla de pensiones. Cuando defiende con ardor y convicción "el derecho de nuestros mayores a una pensión". Y es que, oyendo a los oradores, a veces da la sensación de que -aquí y ahora- al mismísimo Carlos Marx se le pasa por la izquierda. Da gusto. Ni una voz más alta que otra. Así que, cuando al votar la ponencia de Estatutos se registran un par de abstenciones hay como una corriente de incredulidad y todas las miradas buscan a los disidentes. "Pero, ¿quiénes son ésos?".

Severo Moto, el líder opositor guineano, entre los invitados. Estuvo el día de la inauguración sin moverse de la grada. Estuvo ayer desde primera hora, paciente y serio. Y por fin, Isabel Tocino, la presidenta del Congreso, le menciona. Y él se levanta, saluda, lanza besos. Sonríe. Le aplauden.

Alguien que ha venido desde un pueblecito castellano no comparte la euforia general. Se aburre, y al que le quiere oír le dice que "esto ni es democracia ni es nada. Aquí no pintamos nada los de abajo. Si yo hablara... Bueno, si yo hablara".

Pero son tonterías porque aquí no hay ni un pestañeo fuera de su sitio. Se cumple, inexorable y exacto, el plan previsto. Y si las cosas siguen a este ritmo, va a sobrar tiempo -lo que siempre falta en un congreso-, va a terminar todo por delante de horario. Hasta José María Aznar se permite ironizar con que la rueda de prensa que ofrece, de pie y deprisa, debe ser rápida "porque tenemos algún aprieto en la votación y en mi candidatura, je, je". Pero es una broma. No sólo ganan todas las votaciones, sino que van a ganar las próximas elecciones. Y como no ganen, nadie sabe lo que puede ser esto. Pero se va a ganar. Se admite en la sala de prensa donde los periodistas disfrutan de una discreta pero exquisita colación para entretener la espera -"qué diferencia con el congreso de Comisiones, ¿eh?"-. "Vamos a ganar". Lo asegura cada orador y la gente se despepita aplaudiendo. Lo repiten invitados y compromisarios por los pasillos.

Lo de las escaleras es que ha sido tremendo. ¿Dónde va tanta gente a la vez, a la misma hora, por las mismas escaleras? Es un río continuo el que sube y baja de una planta a otra. Van a ver y, sobre todo, a dejarse ver. A saludar a los líderes. A salir en la foto.

Fue el stand más visitado ayer. Las ristras de fotos del Congreso colocadas en la planta baja se estudian hasta por el dorso. "Este soy yo. Mira qué bien he salido". Y el que ha conseguido aparecer -borroso y lejano, perdido en el tumulto- asomando con sonrisa de conejo por detrás de alguno de los líderes apunta el número, quiere comprar allí mismo el testimonio de su gloria, el trampolín de su futuro.

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Quien más quien menos busca influencias, conocimientos -"Preséntame a ése"- que sirvan para un mañana que se adivina rico en poder y mando. "Oye, tú te has mirado mi currículo, ¿no?", dice uno, preocupado. "Me lo he mirado todo, tranquilo".

Aquí va a haber para todos.

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