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Reportaje:

El coraje de Hasiba Bulmerka

Santiago Segurola

Bien al final de los Juegos Olímpicos de Barcelona se escuchó la voz de una mujer pequeña y valiente. De frente a la tribuna, en trance, Hasiba Bulmerka se dirigió a la tribuna y gritó alto: "¡Viva Argelia! ¡Vivan los mártires de la revolución contra Francia!". Era la voz vehemente de una atleta que se había sobrepuesto al miedo y la intransigencia para alcanzar el mayor de sus sueños: la victoria. olímpica en los 1.500 metros. Tres años después, la condición simbólica de Bulmerka se mantiene intacta. Todavía es la mujer comprometida que lucha por su dignidad frente a la intolerencia de los sectores fundamentalistas de su país, emperrados en el ataque a una atleta que pone en peligro su vida por el simple hecho de correr en pantalón corto y camiseta.Bulmerka conquistó ayer otra victoria. Ganó el Premio Príncipe de Asturias, el máximo galardón del deporte español. El jurado, encabezado por Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional, atendió a su prestigio como atleta -medalla de oro olímpica y dos veces campeona mundial de 1.500 metros- y a su estatura moral para mostrar su reconocimiento a una mujer que resume los mejores valores del deporte: el carácter para aceptar los desafíos y la voluntad de superarlos.

Los problemas comenzaron en su ciudad natal, Constantina, donde nació hace 27 años. Las tradiciones no hacían fácil la práctica del atletismo en un país que tenía muy divididos sus papeles entre los hombres y las mujeres. Bulmerka corría entre los viñedos de la región, una muchacha menuda sin otro patrimonio que el coraje y la ambición. Pero el medio era hostil. La presión social y los prejuicios religiosos la obligaron a trasladarse en 1985 a los suburbios de Argel.

La ascensión de Bulmerka fue paralela a la crisis política de Argelia, un país que vive fracturado por la emergencia de los sectores integristas religiosos frente al Gobierno laico surgido de la guerra de liberación contra Francia. Bulmerka se encontró con todas las condiciones contrarias a su despegue como atleta: un país crispado donde la condición de la mujer quedaba relegada a los valores más arcaicos. En 1989, un centenar de diputados de la Asamblea Nacional presentó una propuesta de prohibición del deporte femenino en las escuelas. Con el tiempo, la situación se envenenaría aun mas.

Primero llegaron los insultos. Luego, las amenazas, "Vas desnuda, Hasiba", le decían cuando se entrenaba. Mientras su compatriota Nurredin Morceli, el célebre astro del medio fondo, llevaba una vida algodonosa, sin otra obligación que estar a la altura de su talento, Bulmerka tenía que sobreponerse a las innumerables tensiones que crecían a su alrededor. Nunca le ha faltado carácter. Un día abandonó el círculo de Morceli para continuar su carrera deportiva. Se puso bajo la protección de Enrico Dionisi, el extravagante agente italiano que había llevado los destinos del legendario Said Auita. Detrás de cada uno de sus movimientos estaba el temperamento de una mujer que quería ser la mejor mediofondista del mundo.

Lo consiguió en 1991. Su victoria en los Campeonatos del Mundo de Tokio fue recibida con emoción. Fue homenajeada por el Gobierno y recibió el testimonio de una parte de su pueblo. El otro sector acrecentó sus críticas hacia Bulmerka. Para los integristas, Hasiba atacaba con descaro las tradiciones más solemnes del islam. Ella no dijo nada. Continuó sus entrenamientos. La escalada de amenazas prosiguió hasta los Juegos Olímpicos de Barcelona, donde tuvo que abandonar la villa de atletas para instalarse en un hotel, protegida por guardaespaldas.

Su victoria en Barcelona fue inolvidable. Se dirigió a los periodistas y lanzó una soflama que reveló su carácter. Primero dedicó el triunfo al asesinado presidente Mohamed Budiaf -durante 40 días no utilizó ningún maquillaje como testimonio de dolor por la muerte del dirigente- y luego pidió generosidad y comprensión. Los fundamentalistas se mantuvieron intransigentes. Desde 1992, la vida de Bulmerka ha estado sujeta a insultos y amenazas. Recientemente ha obtenido el visado francés, que le permite residir fuera de Argelia y proseguir su carrera, aunque no impide que continúe el cerco intolerante. Es igual: Hasiba no declina.

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