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Reportaje:

Un deportivo de tres ruedas

El Juventus de Turín atraviesa una profunda crisis de identidad

Parece desmesurado hablar de crisis en un club que ha alcanzado las semifinales de la Copa italiana y la Copa de la UEFA. Pero el Juventus, tras siete temporadas sin ganar su Liga, sufre unas urgencias históricas incompatibles con la enorme distancia que le separa del Milan, 15 puntos, en la carrera hacia el scudetto. La situación ha llegado a tal extremo que su presidente, Gianni Agnelli, abroncó a Giovanni Trapattoni, el técnico más laureado del fútbol italiano, que quiso dimitir por esta al mando de un equipo que le daba "vergüenza".

Aunque parezca inverosímil, la victoria por 3-0 sobre el Benfica portugués, en la Copa de la UEFA subrayó las pobrezas de una Juventus aparentemente empeñada en demostrar que el blanco y el negro generan gris.El triunfo, sin embargo, le permitió a Trapattoni apagar las velas en su 54º aniversario sin que fuera un acto simbólico de despedida. Pero sólo levantó una fugaz cortina de humo, insuficiente para esconder los 15 puntos de desventaja respecto al Milan, en la Serie A, después de otra estrepitosa derrota, esta vez a manos del Inter. Los dividendos son pobres, puesto que la inversión en jugadores se sitúa en unos 4.800 millones de pesetas y el déficit se cifra en unos 2.460 millones.

La 'etapa Platini'

El punto de referencia es aquel Juventus del francés Michel Platini que ganó la Copa, de Europa en 1985 y, con la incorporación del danés Michael Laudrup, hoy barcelonista, el scudetto en 1986. Era el escaparate para la Fiat y su dueño, Gianni Agnelli. Desde entonces el título ha ido a Nápoles, Milán y Génova, mientras el Juventus, sobre todo a partir de la marcha de Platini en 1987, ha sufrido problemas de amortiguadores y una peligrosa desestabilización.El proceso puede ilustrarse a través de la política de fichajes en el mercado internacional. Han hecho escala en Turín, además de Laudrup, Rush, Rui Barros, Aleinikov, Zavarov, Julio César, Reuter, Haessler, Koehler, Moeller y Platt. Suman 11, con pasaportes de todos los colores, en seis temporadas. Sus permisos de residencia raramente superan el año. El club ha comprado a un alto precio para luego carecer de paciencia durante la fase de adaptación y vender más barato. El mismo procedimiento se ha llevado a cabo con productos domésticos como Schillaci.

El arte de desaprovechar los bienes alcanzó su punto álgido en 1990, cuando, tras ganar la Copa y la Copa de la UEFA, Dino Zoff fue destituido como técnico. La decisión levantó ampollas en el vestuario, pero abrió el camino hacia nuevos horizontes. Dos organizadores del Campeonato del Mundo de 1990, Luca di Montezemolo y Enrico Bondoni, llegaron a la plaza Crimea con la misión de llevar a la vieja señora hacia la edad de la informática mientras los éxitos del Milan deslumbraban lo suficiente para causar la contratación de Gigi Maifredi, un discípulo de Arrigo Sacchi. Su defensa zonal originó disidencias que acentuaron las camarillas existentes en el vestuario y, una vez más, faltó paciencia para recorrer todo el camino.

La reacción fue un regreso al futuro. Volvió Giampiero Boniperti a la administración y Trapattoni al banquillo para recrear las bases de 1985. Han tardado poco en ser cuestionados y la vieja señora se ha sometido a tanto estiramiento de piel que vive en permanente estado posoperatorio. Con tamaño trasfondo, resultan comprensibles los titubeos actuales. Otro síntoma de la falta de una línea reconocible es la dificultad para encontrar rastros de la cantera en una plantilla que, pese a las inversiones, no parece compensada. El producto interior bruto se reduce al tercer portero, Squizzi, y el inédito defensa Sartor.

La falta de brújula y las urgencias históricas han creado un entorno que ha provocado que las costosas figuras rindan muy por debajo de su techo. La llegada de Baggio creó angustiosos debates sobre su demarcación y prolongados deseos de que sea el faro del equipo en lugar de un intermitente. Vialli, perdido en Turín, ha sido incluso trasladado al centro del campo. El inglés Platt, un centrocampista goleador de tranco largo, está condenado a un trabajo de anclaje y apoyo.

Salvar el tipo

Frente al Benfica, el equipo de Fiat salvó el tipo gracias a su división industrial, dirigida por camioneros como Koehler, Conte, Baggio, Marocchi y Galia. Ahora necesita vencer al Torino en la Copa y al París Saint Germain en la Eurouefa para darse un margen de tiempo y enderezarse. Mientras tanto, la más dolorosa bofetada ha llegado desde Holanda: Bergkamp prefirió el equipo del Inter al dinero del Juventus.

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