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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Recuerdos de Camarón

Hoy se han vuelto hacia la vida unos pulmones castigados. Hoy ha sido vencido -sin rendirse- un corazón desde hace tiempo "arrodeao de fatiguitas de muerte". Hoy han reventado los alientos del cante. Un reventón de claveles rojos y lirios morados. Un estallido de soles sureños y lunas de la marisma, atemperado de brisas y salpicado de sal. El cante ha nombrado nuevo embajador allí arriba.Ha presentado sus credenciales a san Pedro y, mientras el venerable cancerbero se canturrea bajito por bulerías, Camarón está recibiendo el abrazo de los viejos maestros que le precedieron. Esta noche hay fiesta flamenca en el cielo.

¡Menuda van a armar si a todos se les calienta la garganta! ¡Allí va a dar palmas hasta san Juan de la Cruz!.-

A las siete

de la mañana del 2 de julio de 1992 las guitarras de toda España enmudecieron, las voces de los cantaores se apagaron, las palmas dejaron de sonar.El flamenco estaba de luto.

José Monge, más conocido como el Camarón de la Isla, había muerto y el único sonido que se escuchaba era el del silencio, tan sólo roto de vez en cuando por los lamentos que, como en una seguiriya, se elevaban al cielo junto a Camarón. La muerte del cantaor nos deja un vacío dentro que será muy difícil de llenar.

Vacío y desconcierto, ya que Camarón era una de esas personas que ni nos planteamos que existan, pues simplemente tienen que estar ahí. Como el sol de verano, el vuelo de los pájaros o el sonido de la mar, así era el cante del Camarón.

Existía porque tenía que existir, y ahora, cuando ya han transcurrido los primeros días y nos damos cuenta de que no ha sido un mal sueno y que el Camarón realmente se fue, nos sentimos solos y desconcertados.

Sus pulmones, auténtico fuelle de esa voz única que nos golpeaba y acariciaba al mismo tiempo, han venido a cobrar su deuda y, si ellos fueron los que le llevaron a lo más alto del mundo del flamenco, han querido ahora llevarlo aún más lejos, a lo inalcanzable, a la eternidad.

Camarón fue tan consecuente con su arte que quiso vivirlo hasta el final, con todas las consecuencias, transcurriendo su vida como en los versos de una copla por soleá: hubo alegría, tristeza, y no tuvo un final feliz. Después de todo, supongo que el flamenco es eso, se vive intensamente mientras se escucha y después, cuando el último acorde de la guitarra se apaga, llega el vacío.

Hoy la noche ha llegado al mundo del flamenco. Y es una noche oscura, porque la estrella más brillante se ha apagado.

Espero que la luz de su recuerdo sea suficiente para iluminar el camino.

Fuiste el mejor. Hasta siempre, Camarón.-

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Era andaluz,

y en Andalucía decir monstruo a alguien es piropearlo, es decirle que es el más grande.Camarón lo era, porque en su gesto, en su cara y en su voz, se ha dignificado el sufrimiento de sus paisanos. De aquellos que, no pudiendo cantarlo, lo han sudado.

Y a ese sudor y a esa pena, Camarón le ha puesto voz, con sus quejidos, con sus distorsiones rítmicas, con sus ecos, cuando alargaba los tonos o cuando nos hacía estremecer por los tercios de los fandangos... Hasta que tempraneando el 3 de julio ("Al amanecer siento que me llaman") se llevó el duende para la tierra.

Aquí queda el Tomate, rasgando en su guitarra mojada los acordes de aquello que cantabas. "Te llevo en mi pensamiento... Tengo que vivir sin ti y acordándome de ti".

Cuando vaya a La Línea escucharé el silencio de tu ausencia y los quejidos del mar de La Isla porque ya no ve saltar al Camarón. Y me subiré al potro de la rabia, galopando suave.

Entonces, y sólo entonces, el desgarro de la Chispa ("Yo le pregunto a Dios cuándo me va a subir a los cielos para besarte en los labios") me volverá a estremecer.

Qué pena que yo no sepa cantarte una bulería ni pueda llevarte los cuatro puentes del río para tu sostén. Qué pena que en pie y con una manzanilla en mi mano, la cabeza inclinada, sólo alcance a decir: "Has sido un monstruo, maestro".-

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