El fantasma de Dobrinja
La guerra continúa cerca del aeropuerto de Sarajevo, en un barrio donde ya no hay civiles
El olor a quemado invade Dobrinja. Este barrio de Sarajevo, junto al aeropuerto, ha sido escenario de los combates más encarnizados entre serbios y musulmanes. Ni un solo edificio ha quedado intacto. La parte controlada por las fuerzas serbias, a unos 100 metros de las pistas de aterrizaje, es como una ciudad fantasma.
Los civiles que salvaron sus vidas abandonaron sus casas, en cuyos balcones todavía está tendida la ropa. Todo tipo de pertenencias personales están esparcidas por las calles. Los vehículos que no pudieron ser sacados de los garajes privados de muchas viviendas están calcinados. Los otros, completamente acribillados, sirven ahora de barricadas. La guerra no ha terminado en Dobrinja. En la zona más próxima al aeropuerto, abandonada por la población civil y devastada por la artillería, se combate ahora casa por casa con armas ligeras. Los únicos moradores son los combatientes serbios: jóvenes de ambos sexos con el uniforme del Ejército federal y viejos reservistas que protegen sus posiciones en escondrijos de las casas semidestruidas. La continuación de los combates ha impedido retirar todos los cadáveres, que se descomponen en plena calle.
Mientras un Hércules estadounidense que transporta ayuda humanitaria se aproxima a la pista de aterrizaje, en Dobrinja se entabla un nuevo tiroteo. El comandante Pero Despotovic, procedente de lás filas del Ejército federal y jefe de las fuerzas serbias que operan en la zona, con base en Ilidza, acusa a las unidades bosnias de aprovechar la desmilitarización del aeropuerto para mejorar sus posiciones. Dice que sus fuerzas controlan el 40% de Dobrinja, pero con capacidad de fuego para alcanzar hasta el 60% de la zona. Antes de la guerra vivían en Dobrinja 40.000 personas, la mayoría musulmanas.
"Ustedes siempre serán bienvenidos aquí", dice a modo de saludo el espigado responsable militar de los combatientes serbios en Dobrinja a los cuatro periodistas que recorremos las calles del barrio, escoltados por sus hombres, en fila india y sin despegamos de los muros de los edificios. Un carro blindado revestido de una protección de caucho para evitar la calcinación de sus ocupantes en caso de ser alcanzado por una granada antitanque, unas piezas de artillería ligera y algunos lanzagranadas protegen la vivienda donde se halla el puesto de mando de las fuerzas serbias en Dobrinja.
"Quiero que el mundo sepa que nosotros también somos seres humanos", dice el comandante Despotovic. "Queremos ser libres y que nos dejen arreglar nuestros problemas sin interferencias exteriores". Esgrime sus razones con exquisita corrección ante la prensa occidental. Sus hombres escuchan atentamente. Ninguno de ellos tiene el aspecto de ser un feroz chetnik (término utilizado para referirse a los terroristas serbios).Acusaciones
El comandante Despotovic habla del conflicto, de los motivos -sus motivos- de la guerra. Acusa al presidente bosnio, Alia Izetbegovic, de haber proclamado la yihad (guerra santa) para establecer un Estado islámico en Bosnia-Herzegovina e insiste en que los serbios son los pobladores más antiguos de esta república -"un tercio de la etnia serbia vive aquí", dice-. "Los musulmanes", afirma, "obtuvieron con Tito, por primera vez, el estatuto de nacionalidad, con los mismos derechos que serbios y croatas. La guerra sólo terminará si Alia Izetbegovic renuncia a su política. Su gente está cansada y se une a nuestras filas".
Al hablar de atrocidades cometidas por fuerzas serbias contra la población civil, de las que diversas organizaciones humanitarias han dado amplios detalles, el comandante Despotovic responde con otra acusación. Asegura que unos 500 civiles serbios de Dobrinja se hallan prisioneros de los combatientes musulmanes en la zona del barrio bajo su control y están siendo utilizados como escudos humanos ante cualquier intento de rescatarlos. Al margen de la veracidad de este tipo de acusaciones, los civiles musulmanes y serbios de Dobrinja han sufrido las consecuencias de esta cruenta guerra.
Posteriormente, en uno de los despachos del puesto de mando del comandante Despotovic, la presencia de un cartel colgado en la pared le delatará. Se trata de una gran fotografía de Arkan sosteniendo un cachorro de tigre frente a un grupo de enmascarados armados. Arkan, jefe de una banda de irregulares serbios, alcanzó notoriedad durante la guerra en Croacia por el salvajismo de su actuación. Parte de sus hombres actúan ahora en Bosnia-Herzegovina. "Puede que haya elementos incontrolados, pero Arkan es un hombre que se somete a las órdenes del mando militar serbio", puntualiza Despotovic.
Los combates no siempre los inicia el mismo bando. Hay provocaciones y maniobras por ambas partes para ganar un palmo de terreno en una zona de interés estratégico fundamental para mantener o romper el asedio. La diferencia en el comportamiento de ambos bandos, que el comandante Despotovic se abstiene de comentar, es que ante cualquier ataque de las fuerzas bosnias la respuesta serbia es un diluvio de fuego artillero contra Sarajevo. Ésta ha sido la realidad cotidiana de los últimos tres meses. El resultado, una ciudad devastada.Para establecer la comparación del sufrimiento de uno y otro bando basta con recorrer las zonas bajo control serbio. En Ilidza, donde Despotovic tiene su cuartel general, la guerra se siente más por la fuerte presencia de efectivos militares que por la destrucción sufrida. Está a menos de 10 kilómetros del centro de Sarajevo. Alrededor de Ilidza hay varios kilómetros de trincheras, perfectamente cavadas, desde las que se observa la primera línea del frente enemigo, a unos 300 metros.
"No quiero eludir mis. responsabilidades por todo lo que está ocurriendo", confiesa el comandante. Pero agrega: "Estamos luchando por nuestra legitimidad, que tuvimos durante siglos. Antes, cuando pertenecía al Ejército federal yugoslavo, tenía el honor de servir en una fuerza armada en la que convivían todas las nacionalidades. Ahora, en este estado de confusión en el que vivimos, tenemos que luchar por rehacer algo que no sabemos si existe".
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